Tras el accidentado final de la Liga
pasada y el éxito de la selección en Los Ángeles, medalla de plata incluida, el
baloncesto se consolidó como el deporte de moda en la España de mediados de los
80. En la temporada 84-85 el Real Madrid configuró uno de los equipos más
potentes de su historia, ya que a la sólida base de la temporada anterior le
unió un prometedor escolta de ascendencia rusa, José Biriukov, así como el
alero Alfonso del Corral, un jugador de equipo, gran defensor, e idóneo para
dar minutos de descanso a los primeros espadas madridistas. Los de Lolo Sáinz
apenas conocerían la derrota en ese ejercicio en el que se alzaron con los
títulos de Liga y Copa, derrotando en la final en ambas ocasiones al joven y
vistoso Juventud de Badalona que entrenaba un técnico madrileño pero que había desarrollado su
carrera de jugador y entrenador en Cataluña, su nombre era Aíto Garcia Reneses.
En Barcelona las cosas no iban tan
bien. La temporada anterior el equipo había sufrido un duro golpe al perder la
final de la Copa de Europa ante el Banco de Roma, tras dominar buena parte del
encuentro y pese a los 30 puntos de Epi. Fue una derrota que dejó huella y la
situación de Antonio Serra se complicó; las relaciones con algunos jugadores no
pasaban por buen momento y sus exitosos planteamientos de antaño empezaban a no
ser tan efectivos ante rivales reforzados con americanos de calidad que
empezaban a poblar las canchas españolas. El Juventud le dejó fuera de la final
de Copa, por primera vez en ocho años, y semanas más tarde el Barça vivió una
humillación sin precedentes al perder de 36 puntos ante el Licor 43 de Manel
Comas. Serra dimitió tras esa hecatombe y el club acudió al ex jugador Manolo
Flores, para asumir interinamente el banquillo hasta final de temporada. No
alcanzó la final de la Liga, pero al menos dio al club su primer título
europeo: la Recopa de Europa, derrotando en la final al potente Zalguiris de
Kaunas de un joven Sabonis. A finales de la temporada, el Barça hizo público el
nombre de su nuevo entrenador y no era otro que Aíto, ex jugador de la entidad
y verdugo de los culés esa temporada.
Aito llegó con métodos innovadores que
sufrieron un duro periodo de adaptación. Quiso dejar atrás los planteamientos
basados en el aprovechamiento de la fuerza exterior del juego de ataque de Epi
y Sibilio y tuvo como vértice de actuación dos ideas claras: un alto bagaje
defensivo y dotar al juego interior de más fortaleza. Para ello era necesario
apostar por una política de rotaciones constantes, que dosificara esfuerzos, y
sacrificar a un alero tirador por un tercer hombre alto. Sin embargo, en su primer año el Real Madrid
siguió siendo superior. Sainz no era amigo de mover el banquillo, pero aportó
una variante táctica interesante al jugar en ocasiones con dos escoltas
(Iturriaga y Biriukov) con la que compensaba el paso de los años de su director
de orquesta, Juan Corbalán. En el juego interior el Real Madrid contaba
con la calidad y compenetración que Wayne Robinson y Fernando Martín tenían, y
el dominio madridista dentro de la botella decidió el nuevo duelo por el título
que ambos equipos disputaron en 1986. Dos apuradas victorias (83-80 y 86-88) con grandes actuaciones de un
Fernando Martín en el mejor momento de su carrera dieron la tercera Liga ACB
seguida al equipo de Concha Espina. Aíto salvó el año con una nueva Recopa de
Europa, esta vez ante el Pesaro italiano pero no pocos ponían en duda la
adecuación de sus ideas a la filosofía del Barça, el propio entrenador tras
perder la final de Liga reconocía “somos
los segundos de España y hay que asumirlo”.
Para llevar a cabo sus planteamientos,
el técnico Barcelonista obtuvo en el verano de 1986 dos fichajes claves: el
pívot Andrés Jiménez, del que había sido descubridor, y el base Joaquín Costa.
Aíto situó a Jiménez como tercer hombre alto aprovechando su versatilidad y el
llamado “triple poste” se instauró definitivamente. Costa era un gran defensor
y el recambio idóneo para Nacho Solozábal y con ellos dos amén del americano
nacionalizado Steve Trumbo, el Barça podía rotar al equipo con garantías. Por
su parte, el Real Madrid sufrió una desbandada generalizada ese verano: Martín
se marchó a la N.B.A, su hermano Antonio a una Universidad americana y Robinson
fichó por el Cacaolat Granollers. El Real perdió por lo tanto su poderío bajo
los aros, y más cuando el fichaje estrella de aquel año, el americano Larry
Sprigs, dio un rendimiento bastante irregular. Corbalán acusaba el paso de los
años y las lesiones e Iturriaga no mostraba la regularidad de antaño. La
conclusión es que lo de Sainz quedaron por primera vez fuera de la final de la
Liga, que ganaría el Barcelona al Juventud (3-1 en el playoff final). A ese
triunfo se le unieron la Copa del Rey y la Copa Korak.
Ramón Mendoza, presidente blanco de
aquellos años reaccionó y consiguió la vuelta de Fernando Martín el año
siguiente, así como la del base internacional José Luis Llorente. El Madrid
fichó además al ala-pívot americano Wendell Alexis, que había triunfado en el
Forum de Valladolid lo que unido a también regreso del menor de los Martín,
Antonio, más cuajado de su experiencia americana equilibró las fuerzas de ambos
contendientes. Pero el Barça no anduvo parco en fichajes tampoco. Adquirió al
americano Audie Norris, procedente de Italia y que un par de años antes había
estado a punto de fichar por el Real. Con 2,06 de altura, gran salto y una
fiereza descomunal bajo los tableros fue quizá el foráneo más importante de la
historia azulgrana, superando los dolores de sus maltrechas rodillas y dado un
poderío tremendo a los de Aito bajo tablero.
Un partido resultó clave en el devenir de la temporada: la final de la Copa del Rey disputada en Valladolid ese año. Llegaba el Barça en plena crisis por sus malos resultados en la liguilla de campeones de Europa (cuatro derrotas seguidas) y enfrente el Madrid parecía más confiado en sus posibilidades. Tras numerosas alternativas y cuando todo apuntaba a un triunfo blanco, con 83-81 a favor del Madrid, Romay cometió falta en ataque. El Barça dispuso de la última posesión, y el Madrid centró la atención de la jugada decisiva en la defensa de Sibilio y Epi. Ello permitió desmarcarse a Solozábal que en el último suspiro lanzó un misil de tres puntos que daba el triunfo definitivo a los de Aíto 84-83. Esa victoria condicionó el resto de la temporada ya que el Madrid pareció no sobreponerse a la misma en sus enfrentamientos con los azulgranas; una nueva victoria barcelonista en el Palacio de los Deportes de Madrid le otorgaba el primer puesto de la fase regular y el factor cancha a favor en los playoffs por el título.
Los dos equipos se volvieron a ver en la final de la Liga y en esos partidos el Barça fue superior. Además, las lesiones condicionaron las posibilidades blancas ya que Romay se había roto en las semifinales ante el Cai Zaragoza y Martín arrastró problemas físicos durante toda la final. Con todo, los madridistas consiguieron forzar cinco encuentros, tras dos meritorias victorias en Madrid, en los que empezaron a adquirir carácter mítico los duelos a cara de perro entre Norris y Martín. El pívot madrileño era el único jugador español capaz de hacer frente a la “bestia” azulgrana y la lesión de Martín en el quinto partido selló el destino definitivo de la serie en el Palau. Con gran actuación de Epi, los locales ganaron 93-79 y al Real Madrid eso sí, le quedó el consuelo de derrotar a su vieja bestia negra europea, la Ciboza de Zagrebz, en la final de la Copa Korac, en la que todavía jugaba la eterna pesadilla blanca en Europa, ya fichado por los blancos para el año que viene: el descomunal escolta croata Drazen Petrovic. Al final de esa temporada Juan Corbalán y Juanma Iturriaga dejaban la casa blanca. Una era había terminado.
Un partido resultó clave en el devenir de la temporada: la final de la Copa del Rey disputada en Valladolid ese año. Llegaba el Barça en plena crisis por sus malos resultados en la liguilla de campeones de Europa (cuatro derrotas seguidas) y enfrente el Madrid parecía más confiado en sus posibilidades. Tras numerosas alternativas y cuando todo apuntaba a un triunfo blanco, con 83-81 a favor del Madrid, Romay cometió falta en ataque. El Barça dispuso de la última posesión, y el Madrid centró la atención de la jugada decisiva en la defensa de Sibilio y Epi. Ello permitió desmarcarse a Solozábal que en el último suspiro lanzó un misil de tres puntos que daba el triunfo definitivo a los de Aíto 84-83. Esa victoria condicionó el resto de la temporada ya que el Madrid pareció no sobreponerse a la misma en sus enfrentamientos con los azulgranas; una nueva victoria barcelonista en el Palacio de los Deportes de Madrid le otorgaba el primer puesto de la fase regular y el factor cancha a favor en los playoffs por el título.
Los dos equipos se volvieron a ver en la final de la Liga y en esos partidos el Barça fue superior. Además, las lesiones condicionaron las posibilidades blancas ya que Romay se había roto en las semifinales ante el Cai Zaragoza y Martín arrastró problemas físicos durante toda la final. Con todo, los madridistas consiguieron forzar cinco encuentros, tras dos meritorias victorias en Madrid, en los que empezaron a adquirir carácter mítico los duelos a cara de perro entre Norris y Martín. El pívot madrileño era el único jugador español capaz de hacer frente a la “bestia” azulgrana y la lesión de Martín en el quinto partido selló el destino definitivo de la serie en el Palau. Con gran actuación de Epi, los locales ganaron 93-79 y al Real Madrid eso sí, le quedó el consuelo de derrotar a su vieja bestia negra europea, la Ciboza de Zagrebz, en la final de la Copa Korac, en la que todavía jugaba la eterna pesadilla blanca en Europa, ya fichado por los blancos para el año que viene: el descomunal escolta croata Drazen Petrovic. Al final de esa temporada Juan Corbalán y Juanma Iturriaga dejaban la casa blanca. Una era había terminado.