La historia de los títulos se identifica con grandes
figuras que marcaron goles trascendentales en las finales o partidos decisivos. Mas
infrecuente es que jugadores competentes, pero del segundo escalafón sean esenciales
en la resolución de esos partidos. En la década de los años 90, uno de esos
bregadores, Alfredo Santaelena, tuvo un papel determinante nada menos que en
dos finales de Copa del Rey
Alfredo era jugador del modesto Getafe, entonces en 2ª B,
que llamó la atención de los técnicos del Atlético. El mismo relataba su
fichaje por el club del Manzanares. "Estaba en el Getafe. Jugamos un amistoso en Las Margaritas con el Atleti. Al acabar, Gil baja al vestuario y pregunta por mí. Yo estaba en la ducha y me dicen
"te busca Gil". Entonces salí, con la toalla y Gil me dijo "Joder,
pero si en el campo pareces más grande. Pásate mañana por las oficinas del club
que te vamos a fichar para el Atleti".[Era un centrocampista de
fuerte físico, luchador y no exento de un buen nivel técnico. Un típico hombre
de equipo de esos que gustan a los entrenadores para un primer cambio o tirar
de él cuando las lesiones arrecian, un jornalero que se ganaba el sueldo en
cada encuentro.
La temporada siguiente, 90-91, empezó como casi siempre
en la era gilista: con lio. La impaciencia del presidente colchonero le llevó a
cesar al entrenador, Joaquin Peiró, tras el Trofeo Carranza de pretemporada por
considerar que se había dado muy mala imagen. Recurrió a un yugoslavo, Tomislav
Ivic, un trotamundos de los banquillos con gusto por el juego a la italiana, o
sea muy defensivo. El comienzo fue de todas formas desastroso, un debilísimo
rival europeo la Politécnica de Timisoara, echó al Atlético de la U.E.F.A, eran
años en que los rojiblancos acumulaban desastre tras desastre en esa
competición. Gil tuvo que calmar a la hinchada con un golpe de efecto y fichó a
Schuster, el talentoso centrocampista alemán que había salido tarifando de
Barça y Madrid. Con el germano al mando del equipo en la media y la rapidez de
Futre los rojiblancos mejoraron e hicieron un buen campeonato, quedando
segundos tras el Barçá, en la temporada del record de Abel; en ese equipo el
madrileño gozaba de bastantes minutos aunque no se asentó como titular
indiscutible. Luego tocó jugar la Copa del Rey, en la que eliminaron a Real
Madrid, Valladolid y Barcelona y se plantaron en la final. Se esperaba que su
rival fuese el Valencia, pero el Mallorca, entrenado por Lorenzo Serra Ferrer,
dio la sorpresa en semifinales y eliminó a los chés. La final se jugó en el
Bernabéu, lo que provocó protestas de los baleares, por la ventaja que suponía
en cuanto a movilización de hinchadas. Por camino había caído Ivic, pero en
esta ocasión no por causa imputable al presidente, ya que fueron los jugadores
quienes se rebelaron por no gustarles sus malos modos y broncas.
Y en efecto, los rojiblancos eran inmensa mayoría el 29
de junio de 1991. Era una oportunidad única para que Gil terminase con la
sequía de resultados que se había dado desde su llegada en 1987, cuando
prometió ganar todo. Al cabo de cuatro años no había estrenado palmarés y la
ocasión parecía propicia; casi jugando en casa y ante un rival en teoría
inferior, pero que ese año se le había atragantado (le había ganado los dos
partidos de liga por 1-0). El partido es malo, con mucha precaución y poca
claridad de ideas. Futre esta desastroso e incluso es sustituido. Se llega a la
prorroga con cero a cero y Ovejero (técnico interino) saca a dos jóvenes
promesas para refrescar al equipo, el delantero Sabas y Alfredo. Entre los dos
cuecen el gol de la victoria. Sabas se escapa de su defensor dispara a puerta y
el portero marroquí Ezaki, rechaza sin poder blocar. Alfredo llega con potencia
desde atrás y remacha el 1-0 definitivo. Su imagen extasiado por el gol
conseguido rememoró la del italiano Tardelli al hacer el 2-0 en la final del
Mundial Italia-Alemania en 1982, en el mismo escenario. Gracias a él el
Atlético obtiene un título catártico
En el verano de 1993 Alfredo abandonó el Atlético y fichó
por el Deportivo de la Coruña. Para acompañar a su pareja de cracs brasileños
(Bebeto y Mauro Silva) el presidente Lendoiro había adoptado la política de
pescar en los equipos punteros y fichar de ellos aquellos jugadores que no
conseguían asentarse como titulares (Aldana en el Real Madrid, Nando en el
Valencia, López Rekarte en el Barça….). Alfredo llegó con el hispano-brasileño
Donato y fue una pieza importante, alternando titularidad con banquillo, en el
aquel Deportivo que rozó el milagro de la Liga de 1994, y al que se le escapó
de forma cruel en el último partido. La temporada siguiente, la última de
Arsenio, los coruñeses llegaron a la final de Copa del Rey y allí les esperaba
el rival al que más ganan podían tenerle. el Valencia, el equipo que primado
por el Barça les había impedido ganar el campeonato en la dramática última
jornada del año anterior. Alfredo, una vez más partió en el banquillo, pero
salió sustituyendo a Aldana en el minuto 50. Antes en el 35, Manjarin había
adelantado a los gallegos. El cielo había empezado a encapotarse y bien
adentrada la segunda parte empezó a llover con insistencia. En el 70 Mijatovic
empata de un preciso golpe franco. La lluvia no cesa y termina derivando en la
mayor tromba de agua que conoció la capital en todo el siglo XX. El campo se
torna en impracticable y hasta los vestuarios se inundan. El árbitro García
Aranda decreta la suspensión del partido con empate y todo por decidir.
Tres días después se reanuda el partido. A nueve minutos
de la conclusión, Manjarín centra al área ocupada por Zubizarreta, el mítico
portero de Athletic y Barça que concluyó su carrera en el Valencia, el defensa
Juan Carlos reacciona tarde y el propio portero duda más de la cuenta en salir.
Alfredo mete la cabeza antes que llegue el puño de Zubizarreta y la pelota
entra en la portería. Otro gol decisivo en otra final de Copa en el Bernabéu. Éxtasis
coruñés ante el primer título de su historia y el madrileño de nuevo convertido
en héroe.
Alfredo siguió en Coruña hasta 1997, año en el que
recalaría en el Sevilla, en el que jugó hasta 2001. Terminaría sus días de
nuevo en el Getafe para hacerse entrenador con posterioridad. Las hemerotecas
quizá no le recuerden como una estrella, pero en su trayectoria consta un hito
al alcance de pocos.