Difícil tesitura la que afecta a la
estrella gala en estas fechas. Con dos pretendientes sumamente cualificados,
Griezzmann debe de decidir si opta por una opción u otra y la disyuntiva se
sitúa en la peor de las situaciones para tomar una decisión: de ella puede
depender buena parte de su carrera.
Hacia mitad de temporada el asunto
parecía claro: su futuro era más azulgrana que nunca. Su descomunal segunda
vuelta ha dejado algunas cosas claras: con Diego Costa arriba sus prestaciones
suben como la espuma, y la llegada del killer brasileño no ha traído consigo,
como parecía, un desplazamiento del protagonismo en el ataque del Atlético. Es
más Costa no tiene reparo en sacrificarse en pos del estallido de Antoine. Si
algunos (de forma injusta) le acusaron de ser el culpable de la noche trágica
de Milán por el fallo de la pena máxima durante el partido, los mismos no deben
de dejar de reconocer que el nuevo título europeo a la hucha se ha fundamentado
en las aportaciones del discutido delantero, ya sus goles y asistencias ante
Arsenal y Marsella le han reivindicado como el astro que es.
Es Griezzmann un foráneo que no debe
amor a los colores de la misma forma que un Koke o un Saúl, que no dudan de
seguir en la causa rojiblanca pese a los cantos de sirena procedentes de Can
Barça. Ridículo es que algunos se indignen ante su posible salida cuando el
Atlético no duda en pagar las clausulas rescisorias de aquellos que procedentes
de escalafones inferiores en la jerarquía futbolera, (Fillipe, Godin, Vitolo,
Gameiro…) buscan en Madrid una mejora económica y profesional, sin ir más lejos
el propio Antoine dejó su Real Sociedad, en donde se había forjado como
futbolista, para alcanzar nuevos horizontes en el Atlético. A nadie le cabe la
menor duda que el Barça es lo máximo a lo que aspira un futbolista, y todo
reproche de falta de lealtad raya lo absurdo.
Pero sobre Griezzman planea una sombra
más que real: pasaría de ser el rey absoluto de un proyecto deportivo
fascinante a ser una miembro presuntamente cualificado de un imperio que
garantiza triunfos colectivos pero no protagonismo en los mismos. Es el
Atlético de Simeone a fecha de hoy la única alternativa sólida al dominio
omnímodo de Real y Barça. Seis títulos oficiales en seis años y medio de
mandato así lo avalan. Salvo catástrofe poco factible a fecha de hoy jugar en
el Atlético implica posibilidad de pelear en lo más alto. Pelear sí, ganar no
tanto. Y si llegan más triunfos estos giraran en torno al elegante delantero
francés, que además contará con el apoyo de su técnico- fetiche, de aquel que
le ha llevado a la élite mundial. No es aventurado señalar que si decide
quedarse en Madrid, puede llegar a convertirse en el mejor jugador de la
historia del mejor Atlético posible.
Si por el contrario decide coger el
puente aéreo, es casi seguro que en caso de aguantar años en Can Barça llene su
palmarés de trofeos, bastantes más que los que pueda ganar en Madrid. Y eso que
, por lo menos a nivel europeo, el Barçá es menos fiable a fecha de hoy que el
Atlético. Por su calidad por descontado que tiene condiciones para triunfar,
pero esa calidad por sí no es suficiente para unos de los tres clubes más
exigentes del mundo. En Barcelona no vale con ganar, hay que deleitar. No hay
tampoco tregua a un par de partidos malos, y la competencia que le rodeará
(Coutiho, Dembelé…..) le supondrá una presión añadida. Y todo lo que gane
tendrá un indiscutible protagonista principal rodeado de teloneros de lujo: en
el club en el que juega Messi, nada es susceptible de no tenerle de referencia.
Perderá asimismo el contacto con la ferviente grade atlética por un público más
frio y exigente en el que la vitoria es una rutina que en rara ocasión provoca
el éxtasis.
En la mente de todos están caso como los
de Falcao (que nunca fue el mismo tras salir del Manzanares), Costa o Fillippe
(que tuvieron que suplicar volver a Madrid) o el más emblemático de Arda Turan.
un mago de rojiblanco que creyó encontrar en Barcelona el entorno ideal a su
exquisitez técnica, para protagonizar un sonoro fiasco deportivo. Todos ellos
crecieron al amparo de Simeone que sacó de los mismos mucho más de lo previsto.
Y fuera de ese espíritu guerrillero no se encontraron nunca a sí mismos.
También presentes están fracasos emblemáticos de los fichajes azulgranas como
Paco Alcácer o Andre Gomes, destacados valencianistas que no lograron superar
el duro tránsito a la exigencia máxima del Camp Nou.
Griezzmann debe decidir, por lo tanto,
si quiere ser Hugo Sánchez, Rivaldo, o Mijatovic (en el mejor de los casos),
nombres destacados nunca iconos que dieron el salto de aspirantes a campeones
rutinarios, o Francesco Totti, Paulo Futre o Steve Gerard, que conocieron
ocasionales glorias deportivas, escasas en comparación con aquellos que
decidieron apostar sobre seguro, pero pervivirán para siempre en el imaginario
de los que les encumbraron.