jueves, 24 de mayo de 2018

LA ENCRUCIJADA DE ANTOINE


Difícil tesitura la que afecta a la estrella gala en estas fechas. Con dos pretendientes sumamente cualificados, Griezzmann debe de decidir si opta por una opción u otra y la disyuntiva se sitúa en la peor de las situaciones para tomar una decisión: de ella puede depender buena parte de su carrera.

Hacia mitad de temporada el asunto parecía claro: su futuro era más azulgrana que nunca. Su descomunal segunda vuelta ha dejado algunas cosas claras: con Diego Costa arriba sus prestaciones suben como la espuma, y la llegada del killer brasileño no ha traído consigo, como parecía, un desplazamiento del protagonismo en el ataque del Atlético. Es más Costa no tiene reparo en sacrificarse en pos del estallido de Antoine. Si algunos (de forma injusta) le acusaron de ser el culpable de la noche trágica de Milán por el fallo de la pena máxima durante el partido, los mismos no deben de dejar de reconocer que el nuevo título europeo a la hucha se ha fundamentado en las aportaciones del discutido delantero, ya sus goles y asistencias ante Arsenal y Marsella le han reivindicado como el astro que es.

Es Griezzmann un foráneo que no debe amor a los colores de la misma forma que un Koke o un Saúl, que no dudan de seguir en la causa rojiblanca pese a los cantos de sirena procedentes de Can Barça. Ridículo es que algunos se indignen ante su posible salida cuando el Atlético no duda en pagar las clausulas rescisorias de aquellos que procedentes de escalafones inferiores en la jerarquía futbolera, (Fillipe, Godin, Vitolo, Gameiro…) buscan en Madrid una mejora económica y profesional, sin ir más lejos el propio Antoine dejó su Real Sociedad, en donde se había forjado como futbolista, para alcanzar nuevos horizontes en el Atlético. A nadie le cabe la menor duda que el Barça es lo máximo a lo que aspira un futbolista, y todo reproche de falta de lealtad raya lo absurdo.
 
 

Pero sobre Griezzman planea una sombra más que real: pasaría de ser el rey absoluto de un proyecto deportivo fascinante a ser una miembro presuntamente cualificado de un imperio que garantiza triunfos colectivos pero no protagonismo en los mismos. Es el Atlético de Simeone a fecha de hoy la única alternativa sólida al dominio omnímodo de Real y Barça. Seis títulos oficiales en seis años y medio de mandato así lo avalan. Salvo catástrofe poco factible a fecha de hoy jugar en el Atlético implica posibilidad de pelear en lo más alto. Pelear sí, ganar no tanto. Y si llegan más triunfos estos giraran en torno al elegante delantero francés, que además contará con el apoyo de su técnico- fetiche, de aquel que le ha llevado a la élite mundial. No es aventurado señalar que si decide quedarse en Madrid, puede llegar a convertirse en el mejor jugador de la historia del mejor Atlético posible.

Si por el contrario decide coger el puente aéreo, es casi seguro que en caso de aguantar años en Can Barça llene su palmarés de trofeos, bastantes más que los que pueda ganar en Madrid. Y eso que , por lo menos a nivel europeo, el Barçá es menos fiable a fecha de hoy que el Atlético. Por su calidad por descontado que tiene condiciones para triunfar, pero esa calidad por sí no es suficiente para unos de los tres clubes más exigentes del mundo. En Barcelona no vale con ganar, hay que deleitar. No hay tampoco tregua a un par de partidos malos, y la competencia que le rodeará (Coutiho, Dembelé…..) le supondrá una presión añadida. Y todo lo que gane tendrá un indiscutible protagonista principal rodeado de teloneros de lujo: en el club en el que juega Messi, nada es susceptible de no tenerle de referencia. Perderá asimismo el contacto con la ferviente grade atlética por un público más frio y exigente en el que la vitoria es una rutina que en rara ocasión provoca el éxtasis.

En la mente de todos están caso como los de Falcao (que nunca fue el mismo tras salir del Manzanares), Costa o Fillippe (que tuvieron que suplicar volver a Madrid) o el más emblemático de Arda Turan. un mago de rojiblanco que creyó encontrar en Barcelona el entorno ideal a su exquisitez técnica, para protagonizar un sonoro fiasco deportivo. Todos ellos crecieron al amparo de Simeone que sacó de los mismos mucho más de lo previsto. Y fuera de ese espíritu guerrillero no se encontraron nunca a sí mismos. También presentes están fracasos emblemáticos de los fichajes azulgranas como Paco Alcácer o Andre Gomes, destacados valencianistas que no lograron superar el duro tránsito a la exigencia máxima del Camp Nou.

Griezzmann debe decidir, por lo tanto, si quiere ser Hugo Sánchez, Rivaldo, o Mijatovic (en el mejor de los casos), nombres destacados nunca iconos que dieron el salto de aspirantes a campeones rutinarios, o Francesco Totti, Paulo Futre o Steve Gerard, que conocieron ocasionales glorias deportivas, escasas en comparación con aquellos que decidieron apostar sobre seguro, pero pervivirán para siempre en el imaginario de los que les encumbraron.

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