sábado, 25 de febrero de 2012

CUANDO EL ESPECTÁCULO ESTABA ASEGURADO


Que el Madrid-Barca es el partido por excelencia del futbol español es una verdad irrefutable. Pero en la década de los 90, los duelos directos entre otros dos pesos pesados del balompié hispano centraron la atención del aficionado y hasta transmitieron sensaciones tan intensas que llegaron a eclipsar al tradicional duelo de titanes de nuestra liga.
Los Barca- Atlético de mediados de la última década del siglo XX se caracterizaron por ser un brindis al espectáculo, el jugo libre de cualquier atadura táctica, las alternativas en el marcador, los goles y jugadas imposibles además de las remontadas nunca vistas. No importaba el estado de forma en el que se encontraran los contendientes, todo podía suceder sobre el terreno de juego, y daba igual el desarrollo inicial de los partidos, cualquier resultado era posible por improbable que pudiera resultar ante el desarrollo del juego.
Y no se trataba de un duelo en todo de lo alto. Los dos eternos rivales madridistas pasaban por etapas bien diferenciadas. El Barcelona empezaba a dar un giro a casi tres décadas de frustraciones y empezaba la etapa más gloriosa de su historia de la mano de la escuela holandesa las vitrinas del Camp Nou empezaban a quedarse pequeñas. En el Calderón no faltaban títulos ocasionales (Copas del Rey y doblete) pero las raíces del gilismo habían calado muy hondo y las señas de identidad del club del Manzanares empezaban a difuminarse a pasos gigantescos al alimón del desfile de entrenadores y jugadores de toda índole y condición. Sin embargo, cuando ambos se enfrentaban las virtudes rojiblancas sufrían un rebrote destacado, mientras que las alegrías ofensivas azulgranas podían arrasar al rival en ocasiones, pero en otras sufrían los estragos de los últimos retazos del famoso contragolpe madrileño.
La leyenda de estos duelos comenzó una fría noche del 30 de octubre del 93 en el Calderón; al descanso un devaluado Atlético, era humillado en su estadio ante el imperial Barca de Romario y Laudrup por 0-3. Pero nada más comenzar el segundo tiempo dos goles rojiblancos ponía una emoción inesperada en el marcador. La segunda parte fue un canto al fútbol ofensivo, al ataque continuo sin cortapisa prescindiendo de cualquier atisbo de sensatez: los colchoneros pudieron llevarse ocho goles pero terminaron ganando 4 a 3 y la nación entera enmudeció. El todopoderoso Barca mordía el polvo aun siendo fiel a su estilo.



Años más tarde se cambiaron las tornas. Copa del Rey del 97, vuelta de cuartos del final; era el Atlético de Antic, el año posterior a su triunfo en la Liga, y ya habían pasado sus mejores épocas pero aún quedaban rescoldos de buen juego y competitividad. Al descanso el Camp Nou era un clamor contra dirigentes y jugadores azulgranas. Tres goles de Pantic, aquel serbio con un imán en las botas cuando de faltas se trataba, parecían garantizar el pase rojiblanco a la siguiente ronda. Entrenaba al Barcelona un histórico de los banquillos europeos, el inglés Bobby Robson y su segundo era un tal José Mourinho al que el tiempo le reservaría momentos muy destacados en la historia del fútbol europeo. Un temprano gol del jovencísimo Ronaldo empezó una noche única en la historia de la Copa española: 5-4 para el Barca y Pantic se convertía en el primer jugador de la historia que marcaba cuatro goles en el feudo culé…sin ganar el partido.
Cada encuentro ente ambos equipos se caracterizaba por ofrecer lo mejor de los jugadores de ambos combinados: Ronaldo y Romario se hincharon a meter goles, Caminero dio los mejores momentos de su irregular carrera en estos partidos en especial con aquel quiebro sobre Nadal en el recordado 1-3 que decidía la Liga del 96, aquella que queda tan lejana, Figo empalmó una volea espectacular en la referida remontada copera que poco tiene que envidiar a la conseguida en su día por Zidane en Glaslow, el más que olvidado Pedro, un riojano limitado futbolísticamente con un breve paso por el Calderón, consiguió un libre directo asombroso en la remontada Atlética del 93, Pantic consiguió decidir con un gol…¡de cabeza¡ la final de Copa del 96, Guardiola metió su primer gol como profesional en uno de esos partidos plagados de goles que tanto entusiasmaban a todos, Laudrup salió ovacionado del Manzanares tras una exhibición azulgrana que acabó en 0-5 y hasta el “Tren” Valencia, ese colombiano al que Jesús Gil amenazó con cortar el cuello hizo su mejor partido en Barcelona con dos goles en un choque que acabó 1-4. En la retina de los aficionados sólo quedan algunos momentos muy puntuales, de esos que gusta recordar al cabo de los años cuando se improvisa una tertulia en vísperas de un nuevo encuentro entre los dos equipos con todos los elementos cambiados (o no del todo, los actuales inquilinos de los banquillos son dos protagonistas de aquellas batallas: Guardiola y Simeone).
La llegado del nuevo milenio no quitó completamente la peculiaridad de los Barca- Atlético. De hecho la anterior centuria había finalizado con rocambolesca imagen del abandono azulgrana de las semifinales de Copa del Rey ante los rojiblancos. Los dos años en segunda del Atlético paralizaron sus encuentros y cuando se reanudaron gran parte de la locura futbolística que habían sido se perdió. No obstante quedaron recovecos de heterodoxia. Los colchoneros fueron de los pocos equipos que fueron capaces de hincarle al diente al mejor y más potente Barca de la historia, con dos victorias en Barcelona en los años de Frank Rijkaard, lideradas por Frenando Torres, y otras dos seguidas en el Calderón cuando los pupilos de Guardiola se paseaban por toda Europa y España, Bernabéu incluido. Al mismo tiempo, en los últimos años cada visita rojiblanca a Can Barca suele acabar con un buen saco de goles. La sorpresa parece haberse alejado, pero no cabe descartar la vuelta de los grandes espectáculos de jugo, goles y alternativas en el marcador. De hecho la portada del Marca tras el 5-4 del 97 fue “¿Se imaginan un mundo sin fútbol?”.

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