En los días previos a la
disputa de la final de la Liga de Campeones, surgió la noticia que Luis Figo
era rechazado por el Barça para jugar en el partido de veteranos de Barça y
Juve. Han pasado quince años, pero lo de su traspaso es una herida que el
barcelonismo nunca dejará cerrar y, desde luego , goza el privilegio de ser el
mas famoso y polémico de la historia.
Luis Figo era un extremo
portugués que Johan Cryuuf trajo a Barcelona en 1995, como uno de los vértices
de su fallido intento de recomponer el gran equipo del periodo 90-94. El
técnico holandés salió del club un año después pero el internacional luso dio
muestras de su gran calidad desde casi el inicio. Con el paso de los años se
reafirmó como un pilar esencial del combinado azulgrana, no muy lejos en cuanto
a aportación de la gran estrella brasileña, Rivaldo. Además gozaba de gran
carisma entre la afición y llegó a convertirse en capitán; pero su ficha no
estaba entre los mejores pagados del equipo, algo bastante injusto en función
de la aportación del portugués sobre el terreno de juego.
Eran los últimos años del
mandato de José Luis Núñez, un presidente que nunca había mostrado un especial
aprecio por las figuras. De hecho, partía de la base que el equilibrio
presupuestario del club no merecía esfuerzos extraordinarios por nadie, ya que
por bueno que fuese un jugador siempre había posibilidades de sustituirlo. Lo
aprendió cuando dejó marchar a Diego Armando Maradona, y justo el año siguiente ganó
la Liga, y lo había aplicado con
jugadores de tanto nivel como Schuster, Laudrup, Romario o un jovencísimo
Ronaldo. Así que cuando el representante de Figo, Jorge Veira le fue a reclamar
un aumento, Núñez ni se inmuto: si no le gustaban sus condiciones su camino era
pagar la clausula de rescisión de 10.000
millones que tenía Figo, una cantidad que parecía fuera de cualquier equipo del
mundo en ese momento.
En los últimos meses de la
temporada 99-2000 se sucedieron los acontecimientos. El Real Madrid ganó su
octava Copa de Europa y Núñez dejó de ser presidente del Barça tras 22 años en
el cargo. Lorenzo Sanz, presidente madridista, decidió convocar elecciones de
forma anticipada convencido que su éxito continental le dejaba el triunfo en
bandeja y de hecho, así lo pensaba todo el mundo. Todos menos un hombre, Florentino
Pérez, un importantísimo empresario de la construcción conocido en el mundo de
las finanzas y que toda su vida había soñado con presidir el Real Madrid. En
1995 se había quedado a las puertas perdiendo por la mínima contra Ramón
Mendoza y estaba convencido que este era su momento. Para sus planes jugó con
tres argumentos: denunciar la caótica situación económica del Madrid, pese a
los éxitos deportivos, una labor concienzuda de captar el voto por correo y
vender a la parroquia un gran fichaje, que además sería el inicio de una
política de contrataciones marcada por pagar cantidades desorbitantes por los
futbolistas mas cotizados del momento. ¿Y qué mejor manera de comenzar que con el emblema
del odiado rival?.
Para sus deseos Pérez
curiosamente usó a una vieja leyenda del rival capitalino, Paulo Futre,
estrella del Atlético de Madrid y en ese momento representante de jugadores.
Futre y el agente de Figo, Veiga idearon un plan para convencer a Pérez que la
operación era posible y consiguieron que Figo se entrevistase con
el candidato a la presidencia del Real.
Como ya se ha dicho en esas
fechas nadie pensaba que Pérez tuviese oportunidad ante un Lorenzo Sanz, algo
dormido en sus laureles y que apenas hacía campaña electoral. Después de horas
de negociación Figo aceptó fichar por el Madrid si Florentino ganaba; en
realidad lo que buscaba era presionar al nuevo presidente azulgrana (el Barça
también vivía un proceso electoral tras la renuncia de Núñez) que saldría de la
lucha de Joan Gaspart y Luis Bassat para mejorar su ficha, ya que no creía que Florentino saliese. Pero el constructor, que no las tenía todas consigo,
puso una condición en el caso de que Figo se terminara echando atrás: si
cualquiera de las partes no cumplía con su parte, indemnizaría a la otra con
5.000 millones de pesetas.
Cuando ante la sorpresa
generalizada Florentino Pérez ganó los comicios a presidente del Madrid (en
gran medida por su labor de captación de voto por correo) la bomba no tenía
marcha atrás. Juan Gaspart, nuevo presidente azulgrana juró a Figo que le
pagaría lo mismo que el Madrid y el internacional quiso dejar atrás su acuerdo con el Madrid, pero
la clausula de indemnización establecida por Florentino ponía en un brete al
agente de la estrella Jorge Veira, que tendría que pagarla de su bolsillo
además de quedar descreditado como representante de jugadores para la
posteridad. Un Figo angustiado no tuvo
más remido que cumplir con lo pactado y presentarse como el primer galáctico de
la era moderna.
Con independencia de la
calidad del jugador, el fichaje tuvo un efecto devastador sobre la presidencia
de Gaspart. El club perdía a un símbolo y un referente emocional esencial. Los
10.000 millones de clausula pagados por el Madrid fueron gastados de forma
precipitada en jugadores que o bien se lesionaron o dieron un rendimiento
inferior al esperado. El equipo inició un periodo mas que oscuro de cinco
temporadas sin levantar un solo título que acabó con la presidencia de Gaspart.
Por eso quizá el rencor azulgrana hacía el extremo luso al que seguramente, se le
hubiese podido retener si Núñez hubiese atendido algo sus iniciales
pretensiones de aumento de salario.
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