La semana pasada llegó la noticia del prematuro fallecimiento
de Gaspar Rosety. Para muchas generaciones de jóvenes aficionados al fútbol, su
nombre probablemente no significase nada. Pero para aquellos que rebasamos los
40, Gaspar Rosety, era un referente esencial de nuestra infancia futbolera; era
la voz que nos sumergía en la emoción de las retrasmisiones en directo.
En los años 80, la televisión todavía no había colonizado el
fútbol. En realidad hasta 1989 no llegarían los canales privados a España y la
radio era la única vía de contacto con lo que ocurría en los campos de España.
Y la radio deportiva de esos años tenía un rey absoluto y no era otro que José
María García. Con su peculiar estilo, el locutor copaba la información deportiva
desde Antena 3 Radio y mucho antes que Pepe Domingo Castaño y Paco González,
dominaran la narración de la jornada, el periodista madrileño tenía el carrusel
radiofónico mas popular del país, esas jornadas dominicales sin cámaras de por
medio, con los horarios unificados a las cinco de la tarde y con un
“Superpartido de la jornada”, que generalmente copaban Barça y Madrid y que
casi siempre narraba Gaspar Rosety.
Rosety mostraba una voz poderosa, capaz de crear un entorno
casi dramático a lo que se desarrollaba sobre el campo. Podía ser un partido
plomizo, pero el locutor asturiano era capaz de convertirlo en trepidante.
Supuso un paso más en la revolución operada unos años antes por Héctor del Mar
y su inolvidable forma de narrar los goles. No en vano, en las pocas
retransmisiones que la televisión alcanzaba a dar, no era infrecuente un ritual
entre los aficionados: apagar el sonido del televisor y escuchar la narración
de Gaspar, salpicada con los comentarios mordaces de García y las pláticas solemnes
de Domingo Balmanya. Memorables eran también sus cruces dialécticos con el
propio García, un jefe temible y hasta en ocasiones rozando a cruel con sus subordinados
en directo, pero lo cierto es que el narrador estrella del momento no se
cortaba un pelo a la hora de responder a su superior.
Aquella redacción de deportes de Antena 3 caracterizada por
un aire crítico, el uso desbordante de la ironía, las primicias bien
documentadas sobre los mas variopintos y dantescos temas (desde un escándalo en
Tercera División hasta el uso de los fondos de la Federación de Vela) y un
cierto tufo merengue en los años de esplendor de la Quinta del Buitre, entró en
barrena en 1992, con la absorción de la compañía por el Grupo Prisa, y la
consiguiente desaparición de la cadena en una polémica operación que dio lugar
a eternas hojas parroquiales de García contra “el imperio del monopolio”, y sus
deseos de ahogar la libertad de expresión en España. Y es que aunque buena
parte del equipo de García se integró con el mismo en la COPE (Rosety incluido,
por supuesto), lo cierto es que su fuerza no llegó a ser nunca la misma. En el
horizonte ya se avecinaba la irrupción destacada de los deportes de la Cadena
SER, con su estilo mas coloquial y cercano, lejos de la trascendencia casi
digna de tragedia griega propia de era García, que terminaría desplazando el
cetro de la información deportiva española.
Rosety era un producto genuino de la radio, su hábitat
natural. Con la extensión de los canales de pago y la aparición de fútbol a todas
horas, su figura no podía seguir teniendo la misma trascendencia. Pareció
difuminarse con el paso de los años, aunque puntualmente aparecía como
columnista deportivo en algunos medios. Colaboró con el Real Madrid y la
Federación española antes de desaparecer definitivamente por culpa de un
desgraciado accidente. Pero su figura bien puede catalogarse como un auténtico
icono de toda una época.
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