sábado, 14 de agosto de 2021

MENOS GLAMOUR, MAS COMPETITIVIDAD

 

La marcha de Messi abre un nuevo horizonte en la Liga española que comienza hoy mismo. Tras la salida de Cristiano en 2018, la otra megaestrella que marcó el campeonato en la última década ha tomado el avión a Paris donde jugara en el club más rico del mundo, ese en el que los petrodólares no parecen tener fin. Parece evidente que los dos trasatlánticos están en una grave crisis de identidad.

En sí no es algo extraño ni carente de lógica. La fluctuación de potencias dominantes es común en el fútbol. Pero este cambio de tendencia asoma como más problemático: se enmarca en un entorno muy cambiante en el que se cuestiona el propio futuro del negocio/deporte del fútbol. La Premier es un imperio económico que parece inalcanzable, puesto que sus televisiones y patrocinadores siguen siendo extremadamente generosos. No digamos los clubes que tiene  detrás a poderosos dueños que hinchan sus arcas sin cortapisa: ya sea el petróleo en el City, las reservas de gas en el PSG o la cartera de Abramovich en el Chelsea. Estos tres equipos marcan la agenda del mercado europeo, muy por encima ya de la vieja aristocracia representada por Madrid, Barça, Bayern o Juve.


En España dos entidades se han situado siempre por encima de la propia competición. Sobre todo si disponían de los dos mejores jugadores que ha visto el futbol moderno. En torno a ellos han creado imperios deportivos, económicos y especialmente mediáticos. Pero ahora se ven seriamente amenazados, sus glamurosos equipos triunfantes se han hecho mayores, y cuando han tenido que acudir al mercado para renovarlos, este se encontraba muy inflado y con una competencia brutal de los nuevos valores emergentes. En los dos (Barçá y Madrid) ha habido una sensación equivocada que nada podía afectar su reinado. Los culés se lanzaron a una desastrosa política salarial que retuvo sus activos a cambio de unos sueldos que han provocado la bancarrota. El Madrid pensó que podía abordar el costoso reseteo del Bernabéu sin coste en su competitividad deportiva. Ninguno de los dos ha tenido unas contrataciones exitosas en los últimos años, que incluyen costosos fiascos como Coutiho o Hazzard. La pandemia ha sido cruel para todos, pero a los dos biggers ha afectado dramáticamente en cuanto a falta de explotación de sus estadios

Asimismo en el propio campeonato español han surgido posiciones divergentes: en el seno de la organización que ampara a los cubes, la Liga del Futbol Profesional ha cuajado una tendencia que busca relanzar al campeonato en sí, y no a sus buques insignia. Y no se puede decir que no haya conseguido logros al respecto: el control financiero con unos límites salariales más definidos y un reparto más equitativo del pastel televisivo, brutalmente desproporcionado con anterioridad. Se parte de la siguiente premisa: si se quiere crecer como producto de venta al exterior se debe conseguir una Liga más equilibrada. Esta posición es rechazada por los dos grandes, que consideran que ellos son la marca a exportar y no quieren perder un estatus que ahora se ve amenazado seriamente por las potencias extranjeras. Que sus caminos confluyen por márgenes distintos a la mayoría de equipos se demuestra en conflictos como el último contrato suscrito por la Liga con un fondo de inversión rechazado por Florentino y Laporta y aceptado por el resto de equipos con excepción del Bilbao.

En este contexto no es de extrañar que el actual campeón, el Atlético de Madrid, se encuentre en una posición de cierto privilegio muy atípica. Desde hace una década conoce una estabilidad inédita en el fútbol de elite por el liderazgo de Simeone, el hombre que ha cambiado el destino del club. Su crecimiento económico le ha permitido crear una plantilla competitiva que ha conseguido retener a Oblack (quizá el mejor portero del mundo), y atraer a jugadores del nivel de Luis Suarez, un regalo nunca del todo agradecido del Barça, a los que ha unido a un futbolista de muchas prestaciones como Marcos Llorente, curiosamente fichado del Real Madrid. A ellos se les unen veteranos muy asentados y hasta renacidos como Savic o Koke. Su fortaleza reside en el colectivo y el espíritu combativo que inculca Simeone, que goza del mayor poder que nunca ha conocido un entrenador en el futbol español. Si en las anteriores Ligas ganadas de la era moderna (la 95-96 y las 13-14) existía la sensación de imposibilidad de repetir la hazaña en el ejercicio siguiente, no ocurre con la actual situación: las apuestas sitúan a los del Wanda al mismo nivel que los tótems algo devaluados. Los únicos motivos de inquietud en el Atletico son que Joao Felix no progrese en proporción a la inversión estratégica realizada en el futbolista portugués, cuyo estado físico es siempre motivo de sospecha y la ausencia, hasta la fecha, de un recambio adecuado para Luis Suarez.

Por estos motivos la apuesta de Madrid y Barça por la Superliga es cada día más decidida, a pesar del fracaso de la primera intentona y de las numerosas dudas que la misma plantea. No parece fácil que se logre convencer al aficionado que dicho proyecto es algo más que un exclusivo club de ricos que quieren mantener sus privilegios y erradicar la competencia de las clases medias. El arraigo de las competiciones nacionales es muy sólido en países como Inglaterra o Alemania, y la postura de las instituciones como la UEFA o las propias Ligas nacionales es lo suficientemente beligerante como para pensar que su llegada es inevitable. Los dos piensan que es la única salida a sus problemas, ya que supondría un rio de millones a sus arcas. Pero su soledad en el empeño, hasta ahora, es muy evidente. Sin ese maná no será fácil que las grandes estrellas vuelvan al Camp Nou o el Bernabéu; hasta entonces su desafío es constituir equipos sólidos, en el que las figuras desequilibrantes den paso a jugadores de calidad y comprometidos que sepan competir a buen nivel.

En la temporada pasada a falta de cinco jornadas hasta cuatro equipos tenían opciones del ganar el título de Liga. Los tres clásicos y el Sevilla, siempre un ejemplo de eficacia deportiva. El Atletico pareció tenerlo hecho, para luego caer en picado y, contra pronóstico, rehacerse en el tramo final. Madrid y Barça penaron en la primera vuelta para reaccionar en la segundoay , ambos, quedarse paradójicamente a las puertas de la remontada. El Madrid cedió puntos ante Alaves, Cadiz o Levante, el Barça echo sus posibilidades de triunfo por una debacle ante el Granada. En definitiva, se van estrellas de los poderosos, pero hay más competitividad. Atrás quedaron esos años de las Ligas de 100 puntos. Aunque a algunos no les guste, la competición también gana con más igualdad.

domingo, 20 de junio de 2021

LIBROS DE FUTBOL

Recomendaciones de algunas obras destacadas del mundo futbolístico tan dado a los lugares comunes y obviedades, pero en ocasiones capaz de dar magníficas reflexiones sobre el mismo

 Fiebre en las gradas: (Nick Horby). Casi el libro de cabecera de cualquier fanático futbolero, el más conseguido retrato de cómo el deporte rey puede marcar la existencia de las personas por trivial que en apariencia parezca lo que “solo” es un juego. Un recorrido que nos sitúa en la historia de amor y desamor que el autor entabló desde su mas tierna infancia con el Arsenal londinense; un equipo dado a los vaivenes deportivos más insólitos y a someter a sus aficionados a las pruebas más exigentes de fidelidad que uno se pueda imaginar. El Arsenal acompaña al protagonista en el divorcio de sus padres, los años universitarios, los primeros amores y dolorosas rupturas, los sueños laborales cumplidos y los echados al retrete. Todo el tobogán emocional puede encontrar un último refugio: el equipo de sus amores; en ocasiones un compañero que te saca de los peores atolladeros, en otras un fardo molesto con el que no hay más remedio que cargar durante toda tu vida. De la amargura de un final de Copa perdida en Wembley, a la locura por un titulo de Liga en el último suspiro. Una gozada que conocería de una buena adaptación cinematográfica en 1997 con Colin Firth de protagonista 

 El Maldito United. (David Peace). Retrato obsesivo y angustioso del mayor fracaso profesional de una de las leyendas indiscutibles del fútbol de las Islas: Brian Clough, un narcisista y egocéntrico técnico que pasó a la historia por una de las mayores hazañas del fútbol mundial: coger a un modesto equipo el Nottingam Forest, en la segunda división, ascenderlo, en el primer año en la nueva categoría hacerlo campeón de Liga y los dos años siguientes conquistar la Copa de Europa nada menos. El libro de Peace se centra, por el contario, en su desastroso paso por el Leeds United, el campeón inglés de 1974 que contrató a Clough para sustituir a su gran rival: Don Rieve, el hombre que había sacado el atolladero al Leeds hasta llevarlo a lo más alto y que tenía con Clough una enemistad acérrima. A través de una prosa absorbente el autor consigue meternos en la piel de una personalidad neurótica, atrapada en sus sueños de grandeza y megalomanía y atormentada por su prematura lesión que le obligó a abandonar la practica del futbol para buscar el triunfo en los banquillos. Una historia de lealtades encontradas, de grandes triunfos y terribles fracasos y de cómo la realidad de esos presuntos astros en bastante más compleja de lo se pueda pensar a priori. Conoció una interesante versión de cine de 2009, pero que tuvo el hándicap de la discutible decisión de apostar por un tono de comedia en una historia en realidad muy oscura.

 366 historia del fútbol mundial (Alfredo Relaño). Recopilación de anécdotas de cada uno de los días del año relacionadas con el fútbol mundial. Partidos no muy recordados pero que tuvieron no poca trascendencia, lesiones que marcaron la vida de sus victimas, fichajes que transformaron la historia de los equipos, arbitrajes escandalosos, amaños de encuentros, tragedias, hazañas de modestos, orígenes de algunas de las normas mas emblemáticas del fútbol como las tandas de penaltis…..Todo un festín para el aficionado del equipo que sea que no puede dejar de devorar esta recopilación de historias que quizá explica mejor que cualquier otro libro o reportaje la trascendencia del fútbol a lo largo de los tiempos, ya que a través de sus pequeñas historias se refleja buena parte de la vida.

Campos de gloria, senderos dorados. (Kevin Connolly & Rab Macwilliam) . Un análisis ameno y directo de la historia del fútbol europeo. Los orígenes en la Gran Bretaña del siglo XIX, su rápida expansión a Europa. Los primeros grandes estrategas que marcaron el camino antes de la Guerra Mundial. La creación de los torneos europeos y sus sucesivas reformas. El Real Madrid de Di Stefano, el Inter de Helenio Herrera, el Ajax de Cruyff, el Bayern de Beckembauer, el Liverpool de Paisley, el Milan de Sacchi y Capello…….Las transformaciones económicas modernas. Con un ritmo trepidante jalonado con la crónica de los partidos más decisivos de la historia del continente es un acercamiento muy notable para todo aquel que desee acercarse a las raíces del fútbol actual.

 Arsenio, el futbol del Brujo (Xose Hermida). Olvidada pero deliciosa obra sobre uno de los emblemas indiscutibles del futbol español de comienzos de los 90. Arsenio Iglesias, ese veterano y canoso técnico de apariencia tan entrañable que consiguió elevar a los altares a un modestísimo equipo de provincias, el Deportivo de la Coruña que protagonizó una hazaña de inmenso calibre aunque finalizada de la forma más rocambolesca y cruel que jamás se vivió en la historia del campeonato español. El libro, escrito en los años de esplendor de “O bruxo” , cuando se convirtió en un rostro popular para todos los aficionados, por el contrario diseccionaba la trayectoria de un currante, un jornalero del balompié que antes de conocer la gloria siempre tuvo que lidiar con equipos modestos a los que sacaba el máximo jugo sin grandes fichajes ni atracción mediática destacada. En realidad un canto a los muchos héroes anónimos que a diario sobreviven lejos de la notoriedad de los focos.
Clemente, la discordia nacional. (Jesús Alcaide y Rafael José Alvarez). Como el anterior una disección de una de las figuras más emblemáticas del fútbol de la última parte del siglo XX. Quizá el técnico español más polémico de la historia capaz de aglutinar adhesiones y odios a partes iguales.. Escrita, eso sí, desde una clara animadversión hacia el personaje que quizá le resta objetividad es un torrente de anécdotas y reflejo de situaciones que leídas a fecha de hoy puedan resultar ciertamente increíbles. Pero el fútbol español de los 80 y 90 era tal y como se pinta en el libro. 

Parecía un buen fichaje: (Miguel Gutierrez). ¿Qué aficionado no ha soñado en mas de una ocasión que ese jugador del que nunca ha oído hablar y del que todos los periodistas deportivos parecen saberlo todo de repente va a ser quien lleve a la tierra prometida al club de sus amores cuando el tipo en cuestión es presentado durante el verano?. El numero de fiascos que acumulan los clubes españoles es tan elevado que serían necesarios varios tomos para analizarlos al completo pero este divertido ensayo de Miguel Gutiérrez es mas que suficiente para ponernos una sonrisa en la boca con nombres tan emblemáticos como el “Tren” Valencia, Spasic, Korneivev, Rochemback, Psosinecki o Woodgate entre otros. Delanteros que no metían un gol ni en sueños, cerebros que difícilmente trenzaban un par de pases seguidos, jugadores que frecuentaban mas la enfermería que el terreno de juego, grandes estrellas que se caían en sus presentaciones al pegar unos toques al emular a Maradona,,,,,todo un muestrario de horrores que pone en duda el valor de los ojeadores que apostaron por ellos, o los entrenadores que querían colocar a amigos o directivos que quizás sacaban tajadas de los traspasos. Imprescindible de cara a desmitificar el tinglado mediático futbolero.

sábado, 5 de junio de 2021

LA REVALIDA DE SIMEONE

No ha habido en quizá la historia del fútbol español un proyecto tan personalista como el de Diego Pablo Simeone y unas sensaciones tan encontradas como las que genera el Atlético desde que el argentino tomo su mando en ya sus largos y exitosos nueve años y medio. La consecución del titulo de Liga alarga aun mas su leyenda en la que se contempla un palmarés esplendoroso: dos Ligas, dos Europas Leagues, una copa del Rey, dos Supercopas de Europa y una Supercopa de España. Solo la Liga de Campeones se le ha resistido, y no ha sido por falta de intentos: en dos ocasiones se ha quedado a las puertas por muy poco (un gol en el descuento y una tanda de penaltis). Cinco de sus ocho títulos han sido en competencia directa con Barça y Real Madrid, esos que parecían sencillamente inalcanzables por poderío deportivo, económico, social y mediático. Ese currículo ha servido para cambiar la historia del Atletico de Madrid; un club con importante palmarés pero cuyas mejores épocas quedaban antes de la llegada del Cholo bastante lejos, con algunas conquistas esporádicas como el doblete del 96. Mas allá de los trofeos que han jalonado su devenir Simeone ha otorgado algo impagable al club: el orgullo de sentirse grande, competitivo y capaz de las cotas más altas. Su obra trasciende de la figura de un entrenador laureado; es un auténtico creador de una entidad que conoce un antes y después de su llegada. Algo que solo unos pocos han logrado: Alex Ferguson en el United o Cruyff en el Barça por señalar dos ejemplos.
Para Simeone esta Liga es algo más que su segunda conquista más importante; supone su revalida particular. Durante buena parte de la segunda vuelta del la Liga, a medida que la importante ventaja del Atlético menguaba, planeó sobre el equipo la sombra de una derrota que podría devenir en traumática. Algo siempre peligroso en una entidad que siempre ha encontrado un cierto placer algo morboso en recrearse en sus fracasos y olvidarse rápidamente de sus triunfos. Desde aquella final de Champions de Milán de 2016 contra el Real Madrid una espina se había clavado sobre el argentino y, en consecuencia, el mundo rojiblanco. Era necesario otro triunfo monumental para borrar esa oportunidad perdida en la tanda de penaltis frente al poderoso vecino. Por el camino habían llegado más títulos destacados: la Europa League de Lyon y la Supercopa de Tallín de valor doble por ganársela al propio Real; pero siempre quedaba el argumento que no se trataban de entorchados del primerísimo nivel. Con su triunfo de Valladolid ya puede presumir que es la segunda Liga que el Atlético birla a los dos grandes en siete años; una enormidad en un campeonato tan sazonado por el duopolio como el español. Y la forma de conseguirla no ha sido una cualquiera: con remontadas y triunfos sobre la bocina, algo que suena mucho a equipo de estirpe ganadora. En estos cinco años la propia figura del técnico ha sido sometida a no poco enjuiciamiento y no siempre favorable. Se intensificaron las criticas a sus planteamientos eminentemente conservadores tras los fiascos europeos ante Juventus, Leizpig o recientemente Chelsea, se sufrieron derrotas mas bien vergonzantes en Copa del rey contra Cultural Leonesa o Cornella y en medio de todo una generación gloriosa abandono por motivos biológicos inevitables: Godin, Gabi, Fillipe Luis, Juanfran, Tiago, nada menos la esencia del su primer periodo inolvidable. También el buque insignia del proyecto, Griezzman puso rumbo a Barcelona. Simeone debía recomponer su obra y gracias al nuevo estatus deportivo y económico del club contaba con medios para traer a jugadores de teórico menos ardor guerrero y mas calidad técnica en sus pies. Trippier, Hermoso, Carrasco (un regreso inesperado y muy exitoso), Joao Felix, Vitolo, Lemar o Lodi. Durante un tiempo pareció existir una contradicción entre el ideario del entrenador tan vituperado como inexorablemente exitoso y los nuevos mimbres de los que disponía. Al menos jugadores como Vitolo o , de momento, Joao Felix, la gran inversión estratégica del club, no se acabaron de encontrar plenamente integrados y cómodos. Pero en el resto del plantel y tras un año de transición, en acertadas y proféticas palabras del propio Simeone, la combinación termino por dar sus frutos. El inesperado regalo de Luis Suarez por parte del Barça, al que consideraba poco menos que acabado, y la falta de visión del Real Madrid con Marcos Llorente, previo pago eso sí de un buen traspaso, dieron al equipo la punta de calidad y contundencia necearía para dar de nuevo el salto necesario. Entendió Simeone que el nuevo equipo requería de más presencia en campo contrario y un manejo mas insistente del balón; sin que por ello se perdiera el gran activo del cholismo desde sus inicios: la seguridad defensiva en torno a Oblack
La primera vuelta del renovado Atletico fue simple y llanamente perfecta. Parecía embalado al titulo y la prensa se apresuro a proclamarlo campeón e enero. Para cualquier conocedor de la Liga española era también evidente que Barça y Madrid no iban a permitir un paseo triunfal y que el bajón del Atlético era también posible, y mucho más cuando a comienzos de año, el Covid se cebó con los del Wanda. Unos tropiezos dieron lugar a inseguridad y esta se suele manifestar en peores resultados. Por detrás azulgranas y blancos parecían insaciables y no daban tregua. En realidad ambos tuvieron ocasión de desbancar al Atlético: el Barça contra el Granada y el Madrid ante el Sevilla. Ambos fallaron y otorgaron una vida extra al Atletico que este no desaprovechó. Atrás quedó ese mito absurdo y carente de toda realidad fáctica que este último siempre falla en los momentos claves: de diez Ligas que han dependido de él mismo en la última jornada, las diez han caído a su zurrón. Era la Liga no la Champions, mas dada a destapar fantasmas no deseados. Simeone alcanza pues su peculiar redención. Lo ha vuelto a hacer con un equipo radicalmente distinto al de sus primeros años. Es un hito desde todos los puntos de vista: las transiciones de equipos legendarios suelen ser duras y extendidas en el tiempo. En apenas dos años ha vuelto a dar un vuelco al campeonato. Gusten mas o menos sus planteamientos en momentos puntuales su figura no hace mas que subir enteros.

domingo, 17 de mayo de 2020

OVIEDO Y HAMBURGO, DOS PUNTOS DE INFLEXION


Suele ser mayo un mes dado al recordatorio de momentos claves en la historia de los equipos. Es una época del año en la que se deciden temporadas para bien o mal con éxito y fracaso. Para el Atlético de Madrid el siglo XXI empezó con una tragedia y al cabo de una década un título cambio la historia del equipo. De Oviedo a Hamburgo se sucedieron diez años de travesía en el desierto, un camino hacia la nada que parecía no tener fin, el desagradable sentimiento de mediocridad eterna e irreversible. Desde la final de la Europa League en tierras alemanas los acontecimientos se transformaron de forma imprevista y a velocidad de vértigo: volvieron de golpe la competitividad, los triunfos, los trofeos y la derrotas dolorosas….aunque en lo más alto.
En mayo de 2000 el Atlético de los Hasselbak, Valerón , Baraja, Molina o Kiko se precipitaba al primer descenso del club desde 1936. Se pueden citar esos nombres como muestra, pero el resto de la plantilla también estaba compuesta por internacionales en su casi totalidad. Un equipazo que con la errática dirección del italiano Claudio Ranieri (que venía de triunfar en el Valencia) había dado mucho más disgustos que alegrías  desde el primer partido de la temporada. Mimbres inadecuados para el tipo de juego que gustaba el trasalpino que no supo sacar jugo a una lustrosa plantilla a su servicio. Pero a nadie se le escapa que la intervención judicial del club acordada a finales del 99 precipitó la caída a los infernos, una medida que podía ser correcta en cuanto a su fondo (las irregularidades del clan Gil eran tan notorias como la desmesura e incontinencia verbal del patriarca) pero alojaba más sombras sobre sus motivos reales (había un tufo evidente a incidencia política por las aventuras de Gil en la Costa del Sol y era discutible que ese control de legalidad se hiciera en un solo club en una época en la que la pradera sin ley campaba a sus anchas por todo el mapa futbolístico español). Unos jugadores aterrados por no poder cobrar sus salarios en negro (practica habitual de la época, por cierto) empezaron a pensar más en la salida que en su presente. Llegaron los desastres en el campo, por una plantilla atenazada y confusa ante lo insólito de la situación que no pudo ser enderezada por Radomir Antic, el héroe del doblete. En realidad era una hecatombe que no podía coger de sorpresa; en la década de los 90 hasta en tres ocasiones el Atlético había coqueteado con el descenso y tarde o temprano el desastre iba a llegar. El gilismo había cambiado la irregularidad crónica con el desastre permanente con algún inciso glorioso (doblete). Fue un año de hecatombe de clásicos: además del Atlético cayeron al pozo Betis y Sevilla


El descenso tuvo consecuencias devastadoras en la entidad y más cuando el infierno de la segunda se extendió durante dos años. Tuvo que regresar Luis Aragonés renunciando a dinero y prestigio deportivo (había logrado meterse en Champions con el Mallorca) para acabar el bochorno que solo paliaba una afición digna de ganarlo todo y que solo recibía a cambio zozobra y ridículos; era demasiado para la vieja leyenda del club aceptar eso. Tras el ascenso no mejoraron mucho las cosas: los años de Musampa, Alvaro Novo, Nikoladis, Colsa, o el Pato Sosa en el campo, o Goyo Manzano, Cesar Ferrando o Bianchi en el banquillo bien merecen permanecer reprimidos eternamente en el inconsciente, pese a la presencia aislada de Fernando Torres. Nadie veía posible ganar un título o un derby, ni siquiera atisbar un juego decente. La nada como rutina, el lamentable arrastre por lo terrenos de juego de una entidad con tantos laureles en sus vitrinas. En los colegios una camiseta rojiblanca no pasaba de ser una simpática excentricidad. El único atractivo estribaba en las ingeniosas campañas publicitarias de cada año que, junto a su talento innegable, mostraban un desagradable conformismo revestido de ironía.
En estas Torres decidió buscar nuevos horizontes y dos grandes estrellas llegaron al Calderón. Un jovencísimo talento argentino (Agüero) y un fabuloso rematador (Forlan). Cierto que el resto no acompañaba mucho la verdad, pero al menos se contaba con un par de futbolistas de talla mundial y algo que llevarse a la boca. Entre los dos mejoraron la competitividad del club, con dos cuartos puestos consecutivos. Hubo hasta quienes los celebraron en Neptuno; así estaba el patio para las nuevas generaciones; aunque a comienzos de las 2009-10 las cosas volvían a estar chungas: los sucesivos desastres en Liga y Champions trajeron la destitución de Abel Resino, y su sustitución por Quique Sánchez Flores, de pasado merengón pero con sinceras ganas de revertir la situación. Casi de rebote el equipo pudo disputar la Europa League, la clásica copa de la U.E.F.A reconvertida en nueva competición a la que accedía la clase media de la Europa futbolística y algunos aristócratas tras resultados no deseados.
La competición fue recibida con escepticismo en el seno del equipo. La historia colchonera tenía un buen puñado de bochornos en la vieja U.E.F.A que incluían nombres tan estrambóticos como Boavista, Groninhhen, Sion, Politecnica de Timisoara u Ofi de Creta, que dejaron profunda huella y sensación de ridículo . Pero Quique otorgó al equipo un carácter (que no juego) y mentalidad que hizo resistente a los retos. A la chita callando fueron cayendo rivales tras eliminatorias agónicas muy en la línea de la historia del club: Galatasaray, Sporting de Portugal y Valencia. Se estaba tras muchos años en una semifinal europea y no ante un rival cualquiera: el Liverpool de Gerrard, Mascherano, Carragher…… y Fernando Torres que sin embargo no podía jugar lesionado. Un 1-0 en la ida dio lugar a un partido de vuelta épico, no apto para cardiacos, que fue a la prórroga y pareció decantarse del lado Red, hasta que un gol de Forlan provocó el éxtasis rojiblanco…..¿les suena la historia?.



Tras tomar Anfield llegó la final de Hamburgo. La primera final del club en diez años, por no contar que en Europa no se jugaba un partido de esa enjundia desde un lejano 2 de mayo de 1986, cuando los Ruiz, Arteche o Da Silva fueron barridos por el Dinamo de Kiev en Lyon en la final de la antigua Recopa de Europa. Muchos niños no habían visto ganar a su equipo nunca un título, los mas veteranos no sentían esa sensación desde el 96 del siglo pasado. Un único trofeo europeo, precisamente la Recopa del 62, ocupaba el estante en la sala de trofeos, ya muy apolillada……El rival no parecía de mucha enjundia, es cierto. El Fulham británico dirigido por Roy Hodgson no tenía estrellas en sus filas y era más bien rudimentario; pero en el camino se había cargado a todo un clásico como la Juventus y a un partido era todo posible. La final fue la esperada; sin mucha calidad y no apta para corazones débiles. Pareció decidirse del lado madrileño cuando Forlán marcó el primero, pero fiel a su tradición el Atlético dio dos horas de amplio sufrimiento a sus aficionados. En el 116 de la prórroga con todavía empate a un gol y los siempre temidos penaltis acechando, Agüero recogió un balón en banda, hizo uno de sus mágicos malabarismos al defensa inglés y la bota de Forlán hizo el resto. El estadillo de tantos y tantos aficionados fue lo más parecido a una catarsis que jamás hayan visto los mas de cien años de historia rojiblanca (junto con el cabezazo de Miranda en el Bernabéu tres años después). No era un trofeo más, era acabar con la pesadilla.
El resto es ya conocido. El asunto no tuvo mucho continuidad a corto plazo y Quique Sánchez Flores y los dos héroes de Hamburgo dejaron el equipo tras un segundo año que no cubrió expectativas. Pero esa segunda campaña de la nueva década vio la llegada de gente destinada a marcar una época: Juanfran, Godin y Filippe Luis, que no parecían tanto como al final fueron. Casi al final de 2011 llegó de Argentina el definitivo señor lobo de la historia atlética. Ya saben: siete títulos, Liga en el Camp Nou, Copa del Rey en el Bernabéu, dos Europas Leagues mas al zurrón  y  grandes noches de Champions, rematadas en dos finales trágicas y épicas. Un presupuesto multiplicado y el sentimiento de pertenencia a uno de los grandes equipos de Europa, que no requiere de campañas para justificar porque se es del Atleti. De Oviedo a Hamburgo,,,,,dos puntos de inflexióm


sábado, 18 de abril de 2020

GARCIA CONTRA PEDRO DELGADO Y EL ESPLENDOR PERDIDO DE LA VUELTA A ESPAÑA

En la década de los años 80 muchas cosas se estaban transformando en España. El fútbol seguía siendo el rey de los deportes, pero la atención de los aficionados empezaba a mostrar otros objetivos como el pujante baloncesto. Otra actividad  que logró un periodo de gran resonancia fue el ciclismo. En buena medida la atención del gran público por este deporte vino de la mano del auténtico amo de la información deportiva del país en ese momento: José María García.
García era un locutor incisivo, de una verborrea ciertamente sorprendente y con una capacidad asombrosa para buscar noticas escabrosas y despedazar dialécticamente a sus enemigos. Fue un soplo nuevo en el panorama informativo español del último franquismo; al estar prohibida la critica política el locutor extendió su estilo ácido e implacable en el mundo del deporte, en el que los controles eran muchos mas laxos. Ya entrada la democracia era un figura nacional con un poder e influencia que quizá nunca ha tenido ningún comunicador en el mundo entero, por más que suene a exageración. Enfrentase a él era casi una sentencia de muerte, ser su aliado equivalía a tener las espalmas más que cubiertas.
El periodista era una fanático del ciclismo. Lo consideraba como un ejemplo asombroso de entrega y superación y defendía con vehemencia que no había profesionales mas abnegados y admirables que los ciclistas. En función de esa creencia, promovió en sus emisoras una cobertura completa y exhaustiva del máximo acontecimiento de la especialidad en toda España: su vuelta ciclista. Nacida en 1935, había sido siempre el pariente pobre de los tres grandes acontecimientos del ciclismo por etapas europeo, tras el Giro de Italia y la gran reina, el Tour de Francia. En gran medida por el impulso que el popular periodista dio, la ronda española vivió su mejor momento en aquellos años. García y su equipo de Antena 3 (emisora en la que trabajaba) realizaban el despliegue exhaustivo que cubría todas las etapas, con novedades tan significativas como unidades motorizadas que seguían la carrera al completo o la presencia de locutores de su equipo en los coches con los directores deportivos para obtener sus impresiones. El éxito de ese seguimiento atrajo a los patrocinadores al evento. La audiencia y los ingresos subieron como la espuma. En los colegios de todo el país las carreras de chapas con las fotos de los ciclistas del momento eran una constante.

Una de las grandes estrellas del periodo era el segoviano Perico Fernández. Saltó al estrellato  al ganar la ronda española de 1985, y en poco tiempo se convirtió en un ídolo nacional. Además, al contrario que otros deportistas de élite, mostraba un carácter desenfadado y alegre que le hizo ganar adeptos de forma masiva. En 1987 confirmó sus condiciones de gran ciclista cuando rozó la victoria en el Tour de Francia. Se vivió como una causa nacional. A lo largo de la historia sólo dos españoles habían ganado la ronda gala (Bahamontes en el 59 y Luis Ocaña en el 73), y eran épocas en las que solo Severiano Ballesteros en el golf, mantenía el pabellón español alto a nivel internacional en materia deportiva; subyacían entonces numerosos complejos no superados.
Al quedarse a las puertas del triunfo, Delgado y su nuevo equipo, el Reynolds (patrocinado por una famosa empresa navarra que fabricaba papeles de aluminio) tomaron una decisión controvertida: no participar en la Vuelta a España para centrar su esfuerzos en la preparación del Tour. Ello provocó el enfado de Unipublic, la compañía que organizaba el evento español y sobre todo de García. El periodista consideró un insulto al aficionado español que Delgado (la gran estrella nacional) no tomara parte en la carrera del propio país y empezó a fustigar al ciclista. Algunas voces contrarios al locutor apuntaban que el trasfondo del asunto era los propios intereses económicos de García en la compañía, algo que no pudo probarse nunca. Pero la puntilla definitiva vino cuando Delgado firmó un contrato con la cadena SER como comentarista de la vuelta. García le llamó para realizarle una contraoferta con más sueldo y quiso hacer valer su posición de gran pope de las ondas para convencerle. Delgado se negó tajantemente, había dado su palabra a la cadena rival y no olvidaba las pullas del locutor nocturno. Fue la guerra definitiva. En la ronda de 1988 García se negó a hacer publicidad de Reynolds y le llamaba “el equipo navarro” y los ataques a Delgado se hicieron más intensos.


Llegó el Tour de 1988 y el segoviano se erigió pronto como el gran dominador de la carrera. Pero en medio de la euforia llegó un palo de dimensiones cósmicas: la cadena televisiva Antenne 2 anunciaba un posible positivo del ciclista español por haber tomado Probenecid, un diurético que enmascaraba anabolizantes. Un segundo test lo confirmó y parecía que el fin llegaba para el corredor hispano. Pero una clausula legal salvó su triunfo: aunque el Comité Olímpico lo había incluido como sustancia prohibida, la Unión Ciclista Internacional no lo había hecho todavía. Años mas tarde en la biografía del periodista escrita por Vicente Ferrer Molina, algunos colaboradores de García aseguraron que García presionó al Presidente de la Unión Ciclista, el valenciano Luis Puig, para movilizar a la misma y persuadir a los jueces de la carrera de exculpar al español. Delgado pudo al fin coronarse en los Campos Elíseos.
Pero lo cierto es que los ataques al corredor no cejaron. El locutor proclamaba que Delgado tenía la “razón jurídica, pero no moral”, comparaba su caso con el del canadiense Ben Johnson (privado de la medalla de oro de 100 metros en la Olimpiadas de Seúl por dar positivo) y llego a denominarle “Pedro Dopado”. Llegó la vuelta a España de 1989 y en ella Reynolds sí decidió llevar a su gran estrella. Fue la ronda más dura que jamás vivió García. La popularidad de Delgado era máxima tras su triunfo en Francia, y en no pocas poblaciones el otrora rey oficioso de la ronda hispana, la persona que más había hecho para rehabilitarla, era increpado por el público. La cosa se puso más fea al llegar la ronda a Segovia en donde le tenían muchas ganas por ser tan crítico con su ciudadano mas famoso casi de la historia. Necesito protección policial para evitar la agresión. De remate Delgado ganaría su segunda vuelta española ante la euforia generalizada. Fue el primer revés importante de García en mucho tiempo: su campaña contra el que era seguramente el deportista español del momento se había vuelto en su contra, buena parte de la audiencia empezó a recelar de su cierto despotismo a la hora de atribuir méritos o defectos. Algunos compañeros de profesión se atrevieron a levantar criticas contra él por su actitud. En realidad quizá fue el primer avance de la guerra de las radio que años mas tarde estallaría entre García y la Cadena SER con su buque insignia de “El larguero” y que concluyó con su perdida de poder absoluto a finales de los 90.

Delgado no volvió a tener un gran éxito. De forma incomprensible se retraso casi tres minutos en la salida del Tour del 89 y eso le costó posiblemente el triunfo. Ya asomaba un compañero de equipo destinado a superar ampliamente su gran legado: Miguel Indurain. En realidad quedo demostrado que correr la Vuelta a España perjudicaba la preparación de la carrera francesa que seguía siendo la cumbre indiscutible de las competiciones por etapas. Tanto el Giro como la Vuelta quedaron relegados por las grandes figuras. El dopaje siguió presente y llegaría su oscuro esplendor ado Probenecid, un diura de 1988redor hispano. Pero una clavo del ciclista español por haber tomado Probenecid, un diura de 1988en la etapa de Lance Amstrong. García siguió volcándose en la Vuelta a España, pero la misma no volvería a alcanzar la dimensión de los años 80. Con el tiempo ambos limaron ciertas asperezas, aunque no de forma definitiva. El propio ciclista reconocería que nadie hizo tanto por la ronda española como el que fuera su enemigo.

jueves, 9 de abril de 2020

ANTIC: LA OBRA MAESTRA BREVE E INOLVIDABLE

En días extremadamente trágicos para todos, el Atlético de Madrid vive el siniestro goteo de la pérdida de algunos de sus referentes históricos: Joaquín Peiró, Capón, Miguel Jones. Pero ninguna pérdida ha impactado tanto como la del serbio Radomir Antic. Se trata del hombre del milagro del 96. De aquél que cogió un equipo en ruinas y convertido casi en rechifla nacional y en nueve meses inolvidables le llevó a la mejor temporada de su historia. Un hito breve, pero de tal impacto que la extensísima e intensa carrera de Antic giraría en torno a ese acontecimiento. Y hablamos de una  trayectoria que incluye, nada menos, que ser el único entrenador que ha dirigido a los tres grandes: Real Madrid, Barça y Atlético.
Nacido en la antigua Yugoslavia de Tito, pronto adquirió las características que jalonaron el perfil de la mayoría de sus compatriotas deportistas:  vocación de trotamundos y competitividad extrema. Cuentan las crónicas que se trató de un líbero elegante, con buena salida de balón y visión de juego muy adelantada para los defensas de su época. Transitó por el fútbol turco, el español y el inglés, y ese peregrinar le permitió empaparse de los diferentes modelos de juego en función de las culturas generando una de sus virtudes como técnico: su carácter estudioso del juego, que llevaría a extremos que hicieron ser un adelantado
Cuando colgó las botas y se sentó en el banquillo ya contaba con referentes importantes de entrenadores balcánicos con éxitos fuera de sus lugares de origen: Miljanic, Boskov o Tomislav Ivic. Llegó de puntillas al Zaragoza en 1988, lugar en donde dejó un buen recuerdo como jugador, y frente a las reticencias iniciales por su teórica inexperiencia llevó a los maños a la U.E.F.A. Sorprendió mucho que el Real Madrid le reclutase como entrenador en 1991, en medio de una temporada desastrosa tras cinco ligas consecutivas. Perdió sus dos primeros partidos, pero luego hizo reaccionar al equipo de tal forma que de casi la mitad de la tabla acabó siendo tercero. Mendoza, el presidente blanco, tenía apalabrado al colombiano Maturana para el ejercicio siguiente, pero no pudo resistirse a la tentación de premiar el meritorio trabajo de Antic. Pero ya empezó a mostrar la esencial virtud que le convertiría en un entrenador de referencia en la última década del siglo XX: su capacidad casi mágica para reanimar equipos en aparente fase terminal.

Como la mayor parte de las decisiones basadas en el compromiso y no en el convencimiento, el mantener a Antic en el banquillo banco estuvo sometido a una evaluación casi insufrible desde el primer día. Y eso que el equipo ganaba sin parar, que descubrió las dotes goleadoras de Fernando Hierro subiéndolo al centro del campo, que Butragueño recuperaba su acierto de cara a la portería un tanto adormecida. Tal era la desconfianza en el serbio que bastaron dos derrotas (una en Calderón, precisamente, otra en Valencia) para tener una excusa de cara a su cese. El Real Madrid era líder con tres puntos de ventaja cuando el holandés Leo Beenhaker tomo el relevo. Al final perdió todo ese año: liga, copa y U.E.F.A.
Tal adversidad no hizo sino incentivar a Antic, que en poco tiempo consiguió su particular redención. Volvió a coger una ruina (el Oviedo 92-93) que apuntaba a la segunda división; lo salvó y estabilizó en dos temporadas y media de solidos resultados y buen juego. Entonces le llegó el momento culminante. Le llamó el Atlético de Madrid de uno de los periodos más negros (que ya es decir) del Gilismo. Entonces el club del Manzanares era algo más cercano a un reality show que una entidad deportiva; había devorado nueve entrenadores (sí, nueve), en dos temporadas que bordeó el descenso. Antic declararía después eligió al Atlético por ser el club más difícil del mundo. Era su desafío, su prueba definitiva para medirse.
Le trajeron como refuerzos un saldo del Valencia (Penev), dos descendidos  a segunda con el Albacete (Santi, Molina) y dos promesas (Roberto y Biaggini). De guinda el insistió en fichar a toda costa por apenas setenta millones de la época (para tener una referencia, un año más tarde Mijatovic le costó al Real Madrid mil doscientos millones) a un compatriota suyo de casi treinta años y del que nadie había oído hablar (Pantic). Háganse una idea de las perspectivas de triunfo que tenía ese equipo.
El resto es historia. Una alineación que todo el mundo recitaba de memoria, un equipo que adelantaba la defensa al medio campo, un portero que hacía funciones de líbero, un futbolista (Pantic) demoledor en el balón parado. Frente a la tradición ancestral del club de repliegue y contragolpe, ese Atlético buscaba la combinación, el toque, la iniciativa del partido . Nunca (al menos en la era moderna) vio ni vería el desaparecido Calderón un juego de tantos kilates. La consecuencia fue el doblete, una hazaña para la historia.

Un hito de tales dimensiones probablemente sólo tenga dos opciones: el continuismo sosegado en la parte alta de la tabla (en España el estus quo, o sea Barça y Madrid siempre vuelve) o la caída. Desgraciadamente fue lo segundo. Su era intensa y  de juego excelso se fue al garete en una semana trágica del 97 en el que dos partidazos inolvidables del equipo (el 5-4 del Barça en la Copa y, sobre todo, el 2-3 ante el Ajax en Champions). Los infructuosos cuatro goles de Pantic, la lentilla de Aguilera, el penalti de Esnaider, el gol increíble de ese tal Dani que luego no le dio una patada a un bote cuando el Atlético le ficho en sus años oscuros….El viejo malditismo de la casa, la derrota insoportable, ambos  siempre dispuestos a reaparecer tras los triunfos épicos.
Ya nada fue igual ni para el club, ni para Antic. De forma equivocada creyó que sus acreditadas dotes de mago en situaciones críticas podrían salvar al quipo en la temporada de la intervención judicial. Nada podía evitar el desastre en esas circunstancias y vivió la amargura de ser el entrenador que vio bajar a segunda al Atlético por primera vez tras la Guerra Civil. Los dos empezaron un camino oscuro muy alejados del triunfo que se extendió en la primera década del siglo XXI, aunque Antic fue requerido por enésima vez para levantar a un gigante caído: el Barça de Gaspart que estaba a tres puntos del descenso, nada menos. Lo levantó de la UCI hasta llevarlo a puestos europeos, algo muy meritorio que, como le ocurrió en el Real Madrid, no le fue sufrientemente reconocido. Terminó como comentarista deportivo, algo que parecía disfrutar mucho y que cuadraba con su gusto por acercarse al fútbol de forma casi científica.
Años más tarde Simeone fue capaz de lograr, otra vez, la hazaña de rehabilitar al Atlético, que volvía a parecer un enfermo crónico sin solución. No solo llego a la meta en la que nade creía. Lo mantuvo durante no pocos años. El argentino ha triunfado desde el realismo inteligente: para competir con los grandes debo dejar de lado la excelencia y buscar la practicidad. Antic quiso ser sublime desde el inicio y lo logró enseguida, y hay quien puede argumentar, con criterio, que no lo mantuvo . Pero lo que logró será recordado siempre. La obra maestra breve e inolvidable.