viernes, 17 de agosto de 2018

EL DOCTOR CABEZA Y LA LIGA DEL 81


Aparte de la finales de Copa de Europa perdidas de forma tan dramática, no ha habido jornada tan negra en el Vicente Calderón como la acontecida el 4 de abril de 1981 en un duelo ante el Zaragoza.

En agosto de 1980 había llegado a la presidencia del club Alfonso Cabeza, médico forense, director del Hospital de la Paz, personaje dicharachero, bromista y con innegable atracción populista. El club rojiblanco estaba en horas bajas: las deudas se acumulaban y tras una década gloriosa el rendimiento deportivo había bajado sustancialmente. Vicente Calderón dimitió y dio paso a un periodo electoral al que concurrieron Cabeza y Mariano Herrero, pero este último se retiró tras el trágico fallecimiento de su hijo en accidente de tráfico, con lo que el forense se hizo con la presidencia.

Al estar la tesorería bajo mínimos se tiró de cantera y apenas se incorporó un fichaje muy modesto como el defensa Balbino, procedente del Salamanca. El entrenador José Luis García Traid, no tenía tampoco experiencia en equipos grandes y se inició la temporada con el objetivo de obtener plaza en las competiciones europeas. Con un conjunto joven y animoso el Atlético tuvo una salida extraordinaria e inesperada. Enlazó diez jornadas sin perder y sólo mordió el polvo en la visita al Camp Nou (4-2). De la mano de jugadores como Arteche, Julio Alberto, Marcos, Rubio y el extraordinario centrocampista brasileño Direceu (única figura relevante del equipo) se erigió como alternativa sorprendente a los favoritos por el campeonato.
Ebrio por la buena marcha del equipo, Cabeza empezó con un carrusel de declaraciones, muchas de ellas derivadas en estrambóticas y hasta divertidas polémicas con Helenio Herrera entrenador del Barça y Luis de Carlos , presidente del Real Madrid, sobre la edad de los mismos y sus dificultades con la próstata. Pero al mismo tiempo empezó a despotricar contra colectivos más sensibles. la Federación y el Colegio de árbitros. Cualquier resultado negativo de su equipo era seguido de una proclama contra la parcialidad de los colegiados. Parte de su junta directiva le aconsejó que se moderara, sobre todo por las consecuencias que traería esa hostilidad hacia el poder establecido. En realidad en aquellos tiempos estaba muy extendida la sensación de que los árbitros siempre favorecían al Real Madrid.
El combinado de García Traid siguió a lo suyo y confirmó su candidatura al título al ganar el derby al Real Madrid en el Manzanares a finales de la primera vuelta. Nada detenía al doctor que ya se había convertido en una estrella mediática (hasta llegó a publicar un libro autobiográfico, “Yo Cabeza”) ya que los periodistas acudían a él como un panal de rica miel. La Federación le suspendió y él se mostró aún más desafiante al asegurar que se situaría entre el público en un Atlético-Barça decisivo para el campeonato a disputar en el Calderón. Unos días antes es secuestrado Quini, delantero estrella del Barça, los jugadores culés amenazan con un plante, pero el partido se juega con Cabeza en la grada como un aficionado más. Gana el Atlético1-0 con gol de Marcos Alonso (futuro jugador del Barça).
Quedan ocho jornadas para el final de la Liga y el Atlético saca siete puntos a sus rivales. Todo está en la mano de los colchoneros, pero entonces llega el desplome. Varios directivos presentan su dimisión ante el cariz que están tomando las acontecimientos y el equipo entra en crisis de resultados tras una gran temporada. Cae en Gijón 3-0 y en Sarriá 2-0 con Guruzeta (nombre maldito para el Atlético) de por medio. Ante el Salamanca en casa siguen las desgracias. Rubio falla un penalti, el portero Navarro se lesiona y sólo se empata a uno. Los rivales acechan y es imprescindible ganarle al Zaragoza para seguir teniendo el campeonato en la mano.
El decisivo partido llega en un entorno muy enrarecido por todo lo que rodea al equipo en las últimas jornadas. Cabeza, aragonés como el entrenador colchonero, realiza un cálido recibimiento a sus paisanos pero en el campo hay cualquier cosa menos amabilidad. El defensa Miguel Ángel Ruiz adelanta pronto al Atlético al rematar una falta, pero el Zaragoza muestra pronto una notable dureza que no es cortada por el colegiado el andaluz Álvarez Marguenda. Rubén Cano, delantero rojiblanco, se marcha lesionado y Marcos Alonso sufre un severísimo marcaje por parte del central Casajús. Se anula un gol, a Arteche y el 1-0 planea al descanso.
 

La continuación sigue las misma tónica de un juego que se endurece a pasos agigantados ante el enfado del público. Este va incrementándose cuando Marguenda no señala unas manos muy claras en el área zaragocista. Luego estalla el escándalo: Marcos pelea un balón en la media y realiza una entrada. Es una falta clara, no especialmente dura, teniendo en cuenta el listón permitido por el colegiado. Marguenda se acerca , echa mano al bolsillo y ante el estupor generalizado saca la tarjeta roja al jugador más castigado de la tarde. El público se encrespa, ya no hay duda, el árbitro quiere la derrota atlética. Se empiezan a zarandear las vallas y se teme por una invasión de campo. Para más inri el Zaragoza remonta el partido: un penalti ahora si señalado transformado por Pichi Alonso y un tanto de Valdano, con el Atlético ya desquiciado. Es escándalo es de aúpa y el colegiado debe de salir escoltado por la policía. García Traid trata de agredir a un jugador del Zaragoza y los jugadores con lágrimas en los ojos señalan que la Liga esta pérdida ya que hay persecución contra el Atlético. Quedan todavía tres jornadas por disputarse, pero todos han tirado ya la toalla. Se acude el domingo siguiente al Bernabéu y Cabeza decide no acudir al campo merengue y convocar a los socios a una merienda “con tortilla” en el Calderón mientras se escucha el partido por radio. El Atlético pierde 2-0 y sella el adiós definitivo a una Liga que tenía en su mano unas jornadas antes. El campeonato lo termina ganando la Real Sociedad arrebatándosela in extremis al Madrid con el famoso gol de Zamora en Gijón.

El doctor apenas dura en el cargo medio año más: inhabilitado por dieciséis meses, con el club al borde de la quiebra y la depresión latente por la pérdida de la Liga, presenta su dimisión en abril de 1982. Una Junta Gestora se hace cargo de la entidad hasta que Vicente Calderón desembarca de nuevo en julio del mismo año, con anterioridad consigue poner freno a la sangría económica con los traspasos de Marcos y Julio Alberto al Barça. Se va como una celebridad y durante años es requerido en todo sarao que se le ofrezca, y hasta ejerce de presentador de algún que otro programa de televisión. Es el único expresidente del Atlético que continúa vivo