domingo, 12 de octubre de 2014

EL PISOTÓN DE SIMEONE CAUSA UN ESCÁNDALO.


Desde que Diego Armando Maradona fuese cazado por una entrada del central del Athletic, Andoni Goikoechea, en 1983, las relaciones entre el histórico club bilbaíno y el fútbol argentino se habían enrarecido. En el verano de 1994, el centrocampista Fernando Redondo, recién fichado por el Real Madrid, había sufrido una grave lesión en un partido amistoso en San Mamés por una fea entrada del bilbaíno Mendigueren. Redondo no era Maradona, pero sí uno de los puntales del fútbol argentino de esos años. por descontado Desde Bilbao se solía responder que el fútbol de esos lares de más allá de los mares siempre fue el más sucio y violento. Lo cierto es que se percibía una cierta tensión entre los argentinos y San Mamés.
En la temporada 1996-97 el Atlético de Madrid de Radomir Antic visitaba la Catedral. Era el campeón vigente, aunque su juego no estaba a la altura del ejercicio anterior. En su centro del campo Diego Pablo Simeone ejercía de pulmón del equipo, con su extrema competitividad, sus incorporaciones al ataque y su liderazgo sobre el campo. En los locales la estrella indiscutible era Julen Guerrero, un fino media punta con gran olfato de gol que se había convertido en un ídolo deportivo y social, dado se enorme éxito entre las adolescentes de toda España. Una especie de precedente del David Beckam. El Athletic estaba entrenado por Luis Fernández, francés de origen español, integrante de la mítica selección gala de mediados de los 80, técnico impulsivo y con gran conexión con la grada que había rescatado al equipo de una crisis de resultados (el año anterior había coqueteado por primera vez con el descenso).
El partido era competido e intenso. En un momento dado de la primera parte Simeone y Guerrero pugnan por un balón cerca del banderín de córner- El vasco intenta arrebatar la pelota a Simeone y ésta la protege con su cuerpo. Sin embargo, se ve a Guerrero quejarse con bastante vehemencia. El partido está siendo retrasmitido por Canal Plus y las cámaras muestran una herida sangrante en el muslo del jugador del Athletic, es una escena muy impactante y la repetición a cámara lenta demuestra que Simeone ha dado un pisotón intencionado sobre el capitán bilbaíno, que pese a todo pudo seguir jugando. El encuentro terminó con empate a uno y en la rueda de prensa continuó la bronca: Antic se quejó amargamente  de la labor del colegiado. Luis Fernández, que ya había protagonizado algunos encontronazos en la reciente visita del Barça a La Catedral, hizo mofa de las quejas del serbio colocando unos pañuelos clínex en la sala de prensa y diciendo “creo que alguno que ha pasado por aquí ha llorado mucho”.
Las imágenes de televisión eran lo suficientemente nítidas y una ola de críticas se lanzaron sobre el centrocampista argentino que, además, no mostró ningún tipo de arrepentimiento por su acción. Declaró que lo que ocurría en el campo ahí debía quedarse, un código no escrito seguido por bastantes jugadores que consideran que la tensión a la que se vive un encuentro provoca encontronazos que luego deben de olvidarse. Guerrero y el Athletic no eran de la misma opinión y como Simeone no había sido expulsado (el árbitro no vio el lance), mandaron una denuncia al Comité de Competición con el video de las imágenes para que este actuara de oficio contra el atlético, al que le cayeron cuatro partidos de suspensión. Jesús Gil se enfadó con la postura bilbaína y recordó que bien distinta había sido la posición del club vasco en los ya referidos casos de Maradona y Redondo, que además habían acabado en graves lesiones, en Bilbao respondieron que esos lances eran consecuencia lógica del juego, y no unas agresiones intencionadas.
Lo cierto es que el tema trajo mucha cola y dio lugar a un debate muy intenso sobre cómo se debía de actuar ante situaciones de violencia sobre el terreno de juego que no podían ser atajadas por los colegiados. Simeone y el Atlético defendieron que, entonces, cada fin de semana se debía estar pendiente a los codazos, agresiones o escupitajos que ocurrían con frecuencia en un campo y que pasaban desapercibidas o se denominaban “lances del juego”. De hecho, unos meses más tardes, el propio Simeone fue pisado de forma alevosa por el defensa barcelonista Couto, en un partido de Copa del Rey. La acción era la misma, aunque la herida que le fue causada no fue tan aparatosa ni grave como la de Guerrero. El argentino fue consecuente consigo mismo y no denunció el caso ni habló de él, "lo que sucede en el campo, allí debe de quedar". Pero desde entonces su futuro en el Atlético quedó sellado, ya que el fútbol español le señaló como jugador marrullero, seguidor del ideario “bilardista” (Carlos Salvador Bilardo, excampeón del Mundo con Argentina fue cazado por las cámaras de televisión cuando entrenaba al Sevilla en la temporada 92-93, en el momento en el que, indignado, porque el utilero del Sevilla atendía a un jugador rival, bramó desde el banquillo “al contrario pisarlo, pisarlo”) y además sus relaciones con Radomir Antic no pasaban su mejor momento. El entrenador serbio, hizo limpieza en el vestuario a final de año y recomendó el traspaso de Simeone, con el argumento que se trataba de un jugador estigmatizado en España.
Simeone y Guerrero nunca conversaron para aclarar el incidente. Las dos posturas no encontraron punto de encuentro, aunque no cabía la menor duda que la agresión había partido del argentino, un gran jugador, pero cuya feroz competitividad le llevaba a adoptar detalles de mal gusto deportivo, siguiendo una línea poco edificante del fútbol de esas tierras; siempre ha sido y será una figura adorada por la afición para la que trabaja y odiada por los contrarios. Después, triunfó en Italia como jugador y hoy en día es uno de los mejores entrenadores del mundo (si no el mejor si se atiende a éxitos deportivos en relación con los medios de los que dispone). Guerrero siguió siendo la referencia del Athletic durante varios años. Había decido hacer su carrera en el club de sus amores a pesar de los cantos de siena que le llegaron, sobre todo al comienzo de su carrera de otros equipos punteros de España o Europa. Sus últimos años fueron algo oscuros, aunque ha quedado como uno de los grandes de la historia del Athletic, pese a no conseguir título alguno