sábado, 14 de agosto de 2021

MENOS GLAMOUR, MAS COMPETITIVIDAD

 

La marcha de Messi abre un nuevo horizonte en la Liga española que comienza hoy mismo. Tras la salida de Cristiano en 2018, la otra megaestrella que marcó el campeonato en la última década ha tomado el avión a Paris donde jugara en el club más rico del mundo, ese en el que los petrodólares no parecen tener fin. Parece evidente que los dos trasatlánticos están en una grave crisis de identidad.

En sí no es algo extraño ni carente de lógica. La fluctuación de potencias dominantes es común en el fútbol. Pero este cambio de tendencia asoma como más problemático: se enmarca en un entorno muy cambiante en el que se cuestiona el propio futuro del negocio/deporte del fútbol. La Premier es un imperio económico que parece inalcanzable, puesto que sus televisiones y patrocinadores siguen siendo extremadamente generosos. No digamos los clubes que tiene  detrás a poderosos dueños que hinchan sus arcas sin cortapisa: ya sea el petróleo en el City, las reservas de gas en el PSG o la cartera de Abramovich en el Chelsea. Estos tres equipos marcan la agenda del mercado europeo, muy por encima ya de la vieja aristocracia representada por Madrid, Barça, Bayern o Juve.


En España dos entidades se han situado siempre por encima de la propia competición. Sobre todo si disponían de los dos mejores jugadores que ha visto el futbol moderno. En torno a ellos han creado imperios deportivos, económicos y especialmente mediáticos. Pero ahora se ven seriamente amenazados, sus glamurosos equipos triunfantes se han hecho mayores, y cuando han tenido que acudir al mercado para renovarlos, este se encontraba muy inflado y con una competencia brutal de los nuevos valores emergentes. En los dos (Barçá y Madrid) ha habido una sensación equivocada que nada podía afectar su reinado. Los culés se lanzaron a una desastrosa política salarial que retuvo sus activos a cambio de unos sueldos que han provocado la bancarrota. El Madrid pensó que podía abordar el costoso reseteo del Bernabéu sin coste en su competitividad deportiva. Ninguno de los dos ha tenido unas contrataciones exitosas en los últimos años, que incluyen costosos fiascos como Coutiho o Hazzard. La pandemia ha sido cruel para todos, pero a los dos biggers ha afectado dramáticamente en cuanto a falta de explotación de sus estadios

Asimismo en el propio campeonato español han surgido posiciones divergentes: en el seno de la organización que ampara a los cubes, la Liga del Futbol Profesional ha cuajado una tendencia que busca relanzar al campeonato en sí, y no a sus buques insignia. Y no se puede decir que no haya conseguido logros al respecto: el control financiero con unos límites salariales más definidos y un reparto más equitativo del pastel televisivo, brutalmente desproporcionado con anterioridad. Se parte de la siguiente premisa: si se quiere crecer como producto de venta al exterior se debe conseguir una Liga más equilibrada. Esta posición es rechazada por los dos grandes, que consideran que ellos son la marca a exportar y no quieren perder un estatus que ahora se ve amenazado seriamente por las potencias extranjeras. Que sus caminos confluyen por márgenes distintos a la mayoría de equipos se demuestra en conflictos como el último contrato suscrito por la Liga con un fondo de inversión rechazado por Florentino y Laporta y aceptado por el resto de equipos con excepción del Bilbao.

En este contexto no es de extrañar que el actual campeón, el Atlético de Madrid, se encuentre en una posición de cierto privilegio muy atípica. Desde hace una década conoce una estabilidad inédita en el fútbol de elite por el liderazgo de Simeone, el hombre que ha cambiado el destino del club. Su crecimiento económico le ha permitido crear una plantilla competitiva que ha conseguido retener a Oblack (quizá el mejor portero del mundo), y atraer a jugadores del nivel de Luis Suarez, un regalo nunca del todo agradecido del Barça, a los que ha unido a un futbolista de muchas prestaciones como Marcos Llorente, curiosamente fichado del Real Madrid. A ellos se les unen veteranos muy asentados y hasta renacidos como Savic o Koke. Su fortaleza reside en el colectivo y el espíritu combativo que inculca Simeone, que goza del mayor poder que nunca ha conocido un entrenador en el futbol español. Si en las anteriores Ligas ganadas de la era moderna (la 95-96 y las 13-14) existía la sensación de imposibilidad de repetir la hazaña en el ejercicio siguiente, no ocurre con la actual situación: las apuestas sitúan a los del Wanda al mismo nivel que los tótems algo devaluados. Los únicos motivos de inquietud en el Atletico son que Joao Felix no progrese en proporción a la inversión estratégica realizada en el futbolista portugués, cuyo estado físico es siempre motivo de sospecha y la ausencia, hasta la fecha, de un recambio adecuado para Luis Suarez.

Por estos motivos la apuesta de Madrid y Barça por la Superliga es cada día más decidida, a pesar del fracaso de la primera intentona y de las numerosas dudas que la misma plantea. No parece fácil que se logre convencer al aficionado que dicho proyecto es algo más que un exclusivo club de ricos que quieren mantener sus privilegios y erradicar la competencia de las clases medias. El arraigo de las competiciones nacionales es muy sólido en países como Inglaterra o Alemania, y la postura de las instituciones como la UEFA o las propias Ligas nacionales es lo suficientemente beligerante como para pensar que su llegada es inevitable. Los dos piensan que es la única salida a sus problemas, ya que supondría un rio de millones a sus arcas. Pero su soledad en el empeño, hasta ahora, es muy evidente. Sin ese maná no será fácil que las grandes estrellas vuelvan al Camp Nou o el Bernabéu; hasta entonces su desafío es constituir equipos sólidos, en el que las figuras desequilibrantes den paso a jugadores de calidad y comprometidos que sepan competir a buen nivel.

En la temporada pasada a falta de cinco jornadas hasta cuatro equipos tenían opciones del ganar el título de Liga. Los tres clásicos y el Sevilla, siempre un ejemplo de eficacia deportiva. El Atletico pareció tenerlo hecho, para luego caer en picado y, contra pronóstico, rehacerse en el tramo final. Madrid y Barça penaron en la primera vuelta para reaccionar en la segundoay , ambos, quedarse paradójicamente a las puertas de la remontada. El Madrid cedió puntos ante Alaves, Cadiz o Levante, el Barça echo sus posibilidades de triunfo por una debacle ante el Granada. En definitiva, se van estrellas de los poderosos, pero hay más competitividad. Atrás quedaron esos años de las Ligas de 100 puntos. Aunque a algunos no les guste, la competición también gana con más igualdad.