sábado, 11 de junio de 2011


EL ATLÉTICO DE MADRID Y SU DÉCADA PRODIGIOSA


Esta historia es parte de la historia de un club de fútbol que fue grande, escrita a través de los recuerdos de un chaval que callejeaba orgullosamente vestido con camiseta roja y blanca y pantalón azul, sosteniendo el balón con una mano y la merienda con la otra, por una de las llamadas ciudades dormitorio del extrarradio madrileño.

Nace su memoria futbolística en 1969, extraída del primer televisor que recientemente había comprado su padre, mezclando confusos partidos de fútbol con películas de Tarzán y astronautas de la NASA que iban a la Luna. En su clase casi todos los niños eran del Real Madrid, que nombraban sin parar a sus jugadores –Calpe, Sanchís, Pirri, Zoco, Amancio, Velázquez, Gento- pero nuestro protagonista se fija en Ufarte, el rápido extremo derecho del equipo rival, y decide “hacerse” del Atlético de Madrid.

Intuye sin saberlo que el Real Madrid representa la gloria pasada, la época que termina, la decadencia filmada en blanco y negro con el blanco anodino de su indumentaria, más apropiada para amortajar a un muerto que para jugar al fútbol. Intuye sin saberlo que el Atlético de Madrid es el equipo de la ilusión coloreada en rojo, blanco y azul, que reflejaba el vitalismo de la renovación, el inconformismo del pelo largo de los Beatles frente al corte militar.

Toma así, a los siete años, su primera gran decisión; y aunque su madre está más pendiente de otro uniforme, el de marinero raso con el que deberá hacer dentro de poco la Primera Comunión, le exige muy serio que le compre la camiseta de su equipo y que le cosa en ella –entonces no existían las equipaciones oficiales, las marcas con publicidad ni el merchandising- el escudo y el número siete de su nuevo ídolo.

Comienza de esta manera la etapa más gloriosa y laureada de la historia de un club de fútbol que fue grande; al que apodaron “el pupas” porque perdía finales en el último minuto o porque un malintencionado arbitraje le privaba del triunfo, nunca por descender de categoría. Comienza así la historia de la década prodigiosa rojiblanca, que desarrolló Vicente Calderón y terminó (muy mal) Alfonso Cabeza, que fue desde Marcel Domingo a García Traid, de los goles del mítico Gárate a los primeros pasos atléticos del gigante Arteche…

Ya la temporada 1969/70 mezcla en el ánimo de nuestro joven hincha, sombras y luces futboleras que forjarán su carácter de aficionado durante toda la década. Pronto sufre su primer gran disgusto, no por culpa de su equipo del alma, sino de la Selección Nacional, que pierde 2-1 ante Bélgica y se queda sin acudir al Mundial de México-70, que terminaría ganando el Brasil de Pelé. Como contrapartida, la primera gran alegría, la consecución de Campeonato Nacional de Liga en 1970. En un brillante final de Liga, tras vencer al vencer 3-0 al Real Madrid, el 15 de marzo en el Estadio del Manzanares, un Atlético embalado en juego y moral llega en la última jornada a Sabadell. Nervioso, en una calurosa tarde de domingueros y transistores, escucha por la radio cómo los goles de Ufarte y Calleja arrebatan el título al entonces llamado Atlético de Bilbao.

Rodri, Melo, Calleja, Jayo, Adelardo, Benegas, Ufarte, Luís, Gárate, Irureta y Salcedo forman el once de gala que no olvidará jamás. Entre todos destaca Gárate, que en esos años consigue consecutivamente –aunque ex aequo con con Luís, Amancio o Rexach- tres Trofeos Pichichi, otorgados por el diario Marca a los máximos goleadores de la Liga. Pero el tiempo y las temporadas pasan y a estos inolvidables nombres va sumando los de los internacionales españoles Reina, Capón y Leal, los argentinos Heredia y Ayala, los brasileños Pereira, Leivinha o Dirceu… Por no hablar de los denominados en esa época oriundos Ovejero, Panadero Díaz o Rubén Cano.

Como reza el tópico, con estos buenos mimbres, tan sólo cuatro entrenadores en una década (el francés Marcel Domingo, el austriaco Max Merkel, el argentino Juan Carlos Lorenzo, y Luís Aragonés, que pasó en la misma temporada de jugador a entrenado) consiguieron el siguiente palmarés, tejido con victorias épicas y trágicas derrotas:

- En 1970, como se ha recordado, el conjunto colchonero ganó su sexta Liga en dura pugna con su homólogo bilbaíno.



- La 1970/71 fue también una gran temporada. El Atlético luchó por la Liga hasta el final, pero al final, parafraseando el titular de una revista de la época, “un árbitro dijo no” y se la proporcionó en bandeja al Valencia. En la Copa de Europa alcanzó con brillantez las semifinales, siendo eliminado por el Ajax de Ámsterdam, equipo hegemónico por entonces.

- En la temporada 1971/72 el club rojiblanco obtuvo la Copa del Generalísimo, al derrotar precisamente al Valencia por 2-1 en la final celebrada en el estadio Santiago Bernabeu. Valdez anotó el gol valenciano y Salcedo y Gárate los tantos madrileños.

- En la siguiente temporada –la 1972/73- siguió mandando el Atlético, que consiguió su séptimo Campeonato de Liga, imponiéndose al Barcelona, al ganar en el último partido al Deportivo de La Coruña por 3-1, con goles de Luís, Adelardo y Gárate, y de Prieto el de los gallegos.

- La temporada 1973/74 fue una de las peor recuerdo del fútbol español (la Selección Española no consiguió clasificarse para el Mundial de Alemania-74 al perder 1-0 con su eterna rival Yugoslavia), y, desde luego, la más aciaga de la historia atlética. Nuestro equipo y nuestro joven protagonista tocaron el Cielo; pero, como si de una tragedia griega se tratara, el destino se lo arrebato, literalmente, en el último minuto.
Gran la Copa de Europa la que disputó el Atlético de Madrid esa temporada. Las épicas y casi bélicas eliminatorias contra férreos equipos como el Estrella Roja de Belgrado y el Celtic de Glasgow (que contó con la delirante ayuda del árbitro turco Babacan), lo colocaron meritoriamente en la gran final de Bruselas. El rival fue el grande entre los grandes de aquellos años: el Bayern de Munich, integrante casi al completo de la Selección de Alemania que ganaría el Campeonato del Mundo unos meses más tardes. El equipo de Madrid, diezmado por las sanciones decretadas por la UEFA, aguantó perfectamente. En los noventa minutos el partido terminó con empate a cero, lo que obligó a jugar una prórroga. En la misma, Luis Aragonés adelantó al Atlético de Madrid con un tiro de falta directa, pero a treinta segundos del pitido postrero, cuando el chaval de nuestro relato veía como su padre y unos vecinos llenaban las copas de cava para el brindis triunfal, un innombrable alemán empató con un tiro lejano que sorprendió al portero Reina. Fue necesario realizar un partido de desempate dos días después, pero ya el conjunto bávaro barrió por 4-0 a un Atlético psicológicamente destrozado.
Fue este el partido maldito de nuestra historia, que marcó a fuego y hierro el devenir atlético, y que le colgó la etiqueta del fatalismo. Fue este el año maldito de nuestro Atlético, y aun así consiguió el subcampeonato de Europa y el subcampeonato de Liga, cediendo sólo ante el arrollador Barça de Cruyff.
- En la temporada 1974/75, comoquiera que el Bayern de Munich renunció a jugar la Copa Intercontinental, fue el Atlético el que representó al continente europeo contra el campeón americano de la Copa de Libertadores: el Independiente de Avellaneda. El primer encuentro –ya con Luis Aragonés como entrenador– jugado en Buenos Aires, tuvo un resultado de 1-0 a favor de los bonaerenses.
Pero en partido de vuelta, disputado en abril de 1975 en el estadio Vicente Calderón, el Atlético ganó por 2-0, con un goles de Irureta y Ayala, proclamándose así, oficiosamente, campeón del mundo de clubes. Gana el club rojiblanco de esta manera la Copa Intercontinental, y obtendría el segundo título internacional de su historia, tras la Recopa de 1962, ganada en la final a la Florentina italiana.
Nuestro chaval no olvidará nunca este partido, ya que fue el primero al que asistía en vivo en el estadio de la ribera del Río Manzanares. La alegría fue indescriptible, y, en parte, balsámica, pues tuvo el choque para todos los espectadores, tras el mazazo de Bruselas, algo de catártico.
Completó la temporada la gran final de la Copa del Generalísimo –última que entregó el General Franco- que se disputó entre los dos equipos madrileños en el estadio Vicente Calderón. El partido acabó empatado sin goles y fue, tanto en el tiempo ordinario como en la prórroga, un duelo tenso, de poder a poder, inclinándolo el colegiado a favor del Real Madrid (que acabó imponiéndose en la tanda de penaltis) al anular dos goles al Atlético; sobre todo cuando, todavía nadie se explica por qué, se negó a que subiera al marcador el golazo de Benegas.
- En la temporada 1975/76, un nuevo título se agrega a las vitrinas del conjunto colchonero, ya que se adjudica en el estadio Santiago Bernabeu su quinta Copa, todavía llamada ese año del Generalísimo, tras vencer al Real Zaragoza por 1-0 con gol, cómo no, de Gárate. Nuestro protagonista, que acaba de cumplir catorce años, asiste por segunda vez en su vida a un estadio de fútbol; una nueva final y un nuevo triunfo renuevan el orgullo de “ser” del Atlético de Madrid, el campeón.



- El año siguiente, en la temporada 1976/77, el Atlético de Madrid vuelve a ganar el Campeonato de Liga. Este octavo título se lo vuelve a arrebatar al Barcelona, llegando ya campeón al último partido, que pierde –ya en un ambiente festivo donde el resultado no cuenta- 2-3 ante el Valencia. Marcan Leivinha y Ayala para los atléticos y Kempes, por partida doble, para los levantinos.

El colofón de esta gran temporada atlética lo pone el citado Rubén Cano, cuando marca el gol del partido de desempate que la Selección Nacional gana 1-0 a la omnipresente Yugoslavia de rabia y botellazo, y que clasifica a España, por fin, para un Mundial, el de Argentina-78.

A partir de 1978 empieza nuestra particular travesía del desierto. Dos temporadas ligueras anodinas, en las que el equipo se clasifica en sexto y tercer lugar, acaban en el desastre de 1980, en cuya Liga termina duodécimo. Esta lamentable situación deportiva unida a serios problemas económicos hacen que, en junio de ese año, Vicente Calderón dimita como presidente del Atlético de Madrid, y el club entra en una fase complicada con la polémica y turbulenta presidencia del doctor Alfonso Cabeza.

Termina la década, el relato y la ingenua ilusión de nuestro protagonista con la Liga de la temporada 1980/81, que siempre será tristemente recordada por una serie de arbitrajes polémicos y la guerra de Cabeza contra la l Federación. El arbitraje lamentable de Álvarez Margüenda permanece grabado con fuego en los corazones de los aficionados rojiblancos. El Atlético de Madrid perdió, por decisión política de la Real Federación Española de Fútbol, una Liga que había merecido con creces, sobre todo por el éxito del malogrado José Luis García Traid al frente de un equipo joven liderado por el gran Arteche y forjado desde la cantera por futbolistas como Marcelino, Ruiz, Julio Alberto, Quique Ramos, Marcos o Rubio.

Tras este nuevo intento frustrado, en 1982 la Asamblea General del Club vuelva a elegir como Presidente a Vicente Calderón. Y después, en 1987, los atléticos vendimos el alma rojiblanca a un diablo gordo y déspota que se llamaba Jesús Gil; y, como dice el mito fáustico, cuando se vende el alma al diablo se acaba en el infierno. Pero ésta ya es otra historia que merece página aparte.
Pero, ¿cuáles fueron las claves de esta racha triunfadora? ¿Qué receta emplearon los entrenadores de los años setenta, aparte de alienar a buenos jugadores? Si le preguntamos a cualquier aficionado por los estilos de juego nos resumiría con pocas palabras los que hicieron grandes a los grandes equipos. Todos tendrían en mente cómo juega Brasil o Argentina, o la “naranja mecánica” holandesa, o el Milán de los ochenta, o el dream team azulgrana… Pero ¿cómo jugó el Atlético de los setenta?
Si nos preguntaran esto a los atléticos diríamos que el estilo que nos definió fue el contraataque. Pero ¿es el contraataque un estilo, nuestro estilo, o es una táctica que, por repetida, ha dado resultado? La pregunta es casi filosófica: ¿se puede ser un equipo grande jugando a la contra y aprovechando los errores del rival que domina y controla el partido?
La respuesta personal e intransferible de nuestro relator, que ya se ha convertido en un joven aficionado que defiende ardorosamente su criterio en debates que se improvisan alrededor de unos botellines de cerveza, es que sí, que se puede ser grande jugando al contraataque. Es un estilo que, para que funcione, requiere muchísima velocidad, muchísima habilidad táctica, un centro del campo de mucha presión y delanteros muy rápidos: Si se practica bien, es efectivo a la par que espectacular.
Con esta seña de identidad el Atlético de Madrid ha conseguido ser el tercer club español con más títulos nacionales de Liga (nueve), el cuarto con más títulos de Copa, el tercero que más temporadas ha jugado en Europa, el segundo (tras el Real Madrid) que se proclamó campeón del mundo de clubes y el que inauguró el palmarés de la UEFA Europe League.