sábado, 18 de abril de 2020

GARCIA CONTRA PEDRO DELGADO Y EL ESPLENDOR PERDIDO DE LA VUELTA A ESPAÑA

En la década de los años 80 muchas cosas se estaban transformando en España. El fútbol seguía siendo el rey de los deportes, pero la atención de los aficionados empezaba a mostrar otros objetivos como el pujante baloncesto. Otra actividad  que logró un periodo de gran resonancia fue el ciclismo. En buena medida la atención del gran público por este deporte vino de la mano del auténtico amo de la información deportiva del país en ese momento: José María García.
García era un locutor incisivo, de una verborrea ciertamente sorprendente y con una capacidad asombrosa para buscar noticas escabrosas y despedazar dialécticamente a sus enemigos. Fue un soplo nuevo en el panorama informativo español del último franquismo; al estar prohibida la critica política el locutor extendió su estilo ácido e implacable en el mundo del deporte, en el que los controles eran muchos mas laxos. Ya entrada la democracia era un figura nacional con un poder e influencia que quizá nunca ha tenido ningún comunicador en el mundo entero, por más que suene a exageración. Enfrentase a él era casi una sentencia de muerte, ser su aliado equivalía a tener las espalmas más que cubiertas.
El periodista era una fanático del ciclismo. Lo consideraba como un ejemplo asombroso de entrega y superación y defendía con vehemencia que no había profesionales mas abnegados y admirables que los ciclistas. En función de esa creencia, promovió en sus emisoras una cobertura completa y exhaustiva del máximo acontecimiento de la especialidad en toda España: su vuelta ciclista. Nacida en 1935, había sido siempre el pariente pobre de los tres grandes acontecimientos del ciclismo por etapas europeo, tras el Giro de Italia y la gran reina, el Tour de Francia. En gran medida por el impulso que el popular periodista dio, la ronda española vivió su mejor momento en aquellos años. García y su equipo de Antena 3 (emisora en la que trabajaba) realizaban el despliegue exhaustivo que cubría todas las etapas, con novedades tan significativas como unidades motorizadas que seguían la carrera al completo o la presencia de locutores de su equipo en los coches con los directores deportivos para obtener sus impresiones. El éxito de ese seguimiento atrajo a los patrocinadores al evento. La audiencia y los ingresos subieron como la espuma. En los colegios de todo el país las carreras de chapas con las fotos de los ciclistas del momento eran una constante.

Una de las grandes estrellas del periodo era el segoviano Perico Fernández. Saltó al estrellato  al ganar la ronda española de 1985, y en poco tiempo se convirtió en un ídolo nacional. Además, al contrario que otros deportistas de élite, mostraba un carácter desenfadado y alegre que le hizo ganar adeptos de forma masiva. En 1987 confirmó sus condiciones de gran ciclista cuando rozó la victoria en el Tour de Francia. Se vivió como una causa nacional. A lo largo de la historia sólo dos españoles habían ganado la ronda gala (Bahamontes en el 59 y Luis Ocaña en el 73), y eran épocas en las que solo Severiano Ballesteros en el golf, mantenía el pabellón español alto a nivel internacional en materia deportiva; subyacían entonces numerosos complejos no superados.
Al quedarse a las puertas del triunfo, Delgado y su nuevo equipo, el Reynolds (patrocinado por una famosa empresa navarra que fabricaba papeles de aluminio) tomaron una decisión controvertida: no participar en la Vuelta a España para centrar su esfuerzos en la preparación del Tour. Ello provocó el enfado de Unipublic, la compañía que organizaba el evento español y sobre todo de García. El periodista consideró un insulto al aficionado español que Delgado (la gran estrella nacional) no tomara parte en la carrera del propio país y empezó a fustigar al ciclista. Algunas voces contrarios al locutor apuntaban que el trasfondo del asunto era los propios intereses económicos de García en la compañía, algo que no pudo probarse nunca. Pero la puntilla definitiva vino cuando Delgado firmó un contrato con la cadena SER como comentarista de la vuelta. García le llamó para realizarle una contraoferta con más sueldo y quiso hacer valer su posición de gran pope de las ondas para convencerle. Delgado se negó tajantemente, había dado su palabra a la cadena rival y no olvidaba las pullas del locutor nocturno. Fue la guerra definitiva. En la ronda de 1988 García se negó a hacer publicidad de Reynolds y le llamaba “el equipo navarro” y los ataques a Delgado se hicieron más intensos.


Llegó el Tour de 1988 y el segoviano se erigió pronto como el gran dominador de la carrera. Pero en medio de la euforia llegó un palo de dimensiones cósmicas: la cadena televisiva Antenne 2 anunciaba un posible positivo del ciclista español por haber tomado Probenecid, un diurético que enmascaraba anabolizantes. Un segundo test lo confirmó y parecía que el fin llegaba para el corredor hispano. Pero una clausula legal salvó su triunfo: aunque el Comité Olímpico lo había incluido como sustancia prohibida, la Unión Ciclista Internacional no lo había hecho todavía. Años mas tarde en la biografía del periodista escrita por Vicente Ferrer Molina, algunos colaboradores de García aseguraron que García presionó al Presidente de la Unión Ciclista, el valenciano Luis Puig, para movilizar a la misma y persuadir a los jueces de la carrera de exculpar al español. Delgado pudo al fin coronarse en los Campos Elíseos.
Pero lo cierto es que los ataques al corredor no cejaron. El locutor proclamaba que Delgado tenía la “razón jurídica, pero no moral”, comparaba su caso con el del canadiense Ben Johnson (privado de la medalla de oro de 100 metros en la Olimpiadas de Seúl por dar positivo) y llego a denominarle “Pedro Dopado”. Llegó la vuelta a España de 1989 y en ella Reynolds sí decidió llevar a su gran estrella. Fue la ronda más dura que jamás vivió García. La popularidad de Delgado era máxima tras su triunfo en Francia, y en no pocas poblaciones el otrora rey oficioso de la ronda hispana, la persona que más había hecho para rehabilitarla, era increpado por el público. La cosa se puso más fea al llegar la ronda a Segovia en donde le tenían muchas ganas por ser tan crítico con su ciudadano mas famoso casi de la historia. Necesito protección policial para evitar la agresión. De remate Delgado ganaría su segunda vuelta española ante la euforia generalizada. Fue el primer revés importante de García en mucho tiempo: su campaña contra el que era seguramente el deportista español del momento se había vuelto en su contra, buena parte de la audiencia empezó a recelar de su cierto despotismo a la hora de atribuir méritos o defectos. Algunos compañeros de profesión se atrevieron a levantar criticas contra él por su actitud. En realidad quizá fue el primer avance de la guerra de las radio que años mas tarde estallaría entre García y la Cadena SER con su buque insignia de “El larguero” y que concluyó con su perdida de poder absoluto a finales de los 90.

Delgado no volvió a tener un gran éxito. De forma incomprensible se retraso casi tres minutos en la salida del Tour del 89 y eso le costó posiblemente el triunfo. Ya asomaba un compañero de equipo destinado a superar ampliamente su gran legado: Miguel Indurain. En realidad quedo demostrado que correr la Vuelta a España perjudicaba la preparación de la carrera francesa que seguía siendo la cumbre indiscutible de las competiciones por etapas. Tanto el Giro como la Vuelta quedaron relegados por las grandes figuras. El dopaje siguió presente y llegaría su oscuro esplendor ado Probenecid, un diura de 1988redor hispano. Pero una clavo del ciclista español por haber tomado Probenecid, un diura de 1988en la etapa de Lance Amstrong. García siguió volcándose en la Vuelta a España, pero la misma no volvería a alcanzar la dimensión de los años 80. Con el tiempo ambos limaron ciertas asperezas, aunque no de forma definitiva. El propio ciclista reconocería que nadie hizo tanto por la ronda española como el que fuera su enemigo.