lunes, 15 de abril de 2019

ALFREDO, EL SECUNDARIO QUE DECIDIO DOS COPAS

La historia de los títulos se identifica con grandes figuras que marcaron goles trascendentales en las finales o partidos decisivos. Mas infrecuente es que jugadores competentes, pero del segundo escalafón sean esenciales en la resolución de esos partidos. En la década de los años 90, uno de esos bregadores, Alfredo Santaelena, tuvo un papel determinante nada menos que en dos finales  de Copa del Rey
Alfredo era jugador del modesto Getafe, entonces en 2ª B, que llamó la atención de los técnicos del Atlético. El mismo relataba su fichaje por el club del Manzanares. "Estaba en el Getafe. Jugamos un amistoso en Las Margaritas con el Atleti. Al acabar, Gil baja al vestuario y pregunta por mí. Yo estaba en la ducha y me dicen "te busca Gil". Entonces salí, con la toalla y Gil me dijo "Joder, pero si en el campo pareces más grande. Pásate mañana por las oficinas del club que te vamos a fichar para el Atleti".[Era un centrocampista de fuerte físico, luchador y no exento de un buen nivel técnico. Un típico hombre de equipo de esos que gustan a los entrenadores para un primer cambio o tirar de él cuando las lesiones arrecian, un jornalero que se ganaba el sueldo en cada encuentro.
La temporada siguiente, 90-91, empezó como casi siempre en la era gilista: con lio. La impaciencia del presidente colchonero le llevó a cesar al entrenador, Joaquin Peiró, tras el Trofeo Carranza de pretemporada por considerar que se había dado muy mala imagen. Recurrió a un yugoslavo, Tomislav Ivic, un trotamundos de los banquillos con gusto por el juego a la italiana, o sea muy defensivo. El comienzo fue de todas formas desastroso, un debilísimo rival europeo la Politécnica de Timisoara, echó al Atlético de la U.E.F.A, eran años en que los rojiblancos acumulaban desastre tras desastre en esa competición. Gil tuvo que calmar a la hinchada con un golpe de efecto y fichó a Schuster, el talentoso centrocampista alemán que había salido tarifando de Barça y Madrid. Con el germano al mando del equipo en la media y la rapidez de Futre los rojiblancos mejoraron e hicieron un buen campeonato, quedando segundos tras el Barçá, en la temporada del record de Abel; en ese equipo el madrileño gozaba de bastantes minutos aunque no se asentó como titular indiscutible. Luego tocó jugar la Copa del Rey, en la que eliminaron a Real Madrid, Valladolid y Barcelona y se plantaron en la final. Se esperaba que su rival fuese el Valencia, pero el Mallorca, entrenado por Lorenzo Serra Ferrer, dio la sorpresa en semifinales y eliminó a los chés. La final se jugó en el Bernabéu, lo que provocó protestas de los baleares, por la ventaja que suponía en cuanto a movilización de hinchadas. Por camino había caído Ivic, pero en esta ocasión no por causa imputable al presidente, ya que fueron los jugadores quienes se rebelaron por no gustarles sus malos modos y broncas.
Y en efecto, los rojiblancos eran inmensa mayoría el 29 de junio de 1991. Era una oportunidad única para que Gil terminase con la sequía de resultados que se había dado desde su llegada en 1987, cuando prometió ganar todo. Al cabo de cuatro años no había estrenado palmarés y la ocasión parecía propicia; casi jugando en casa y ante un rival en teoría inferior, pero que ese año se le había atragantado (le había ganado los dos partidos de liga por 1-0). El partido es malo, con mucha precaución y poca claridad de ideas. Futre esta desastroso e incluso es sustituido. Se llega a la prorroga con cero a cero y Ovejero (técnico interino) saca a dos jóvenes promesas para refrescar al equipo, el delantero Sabas y Alfredo. Entre los dos cuecen el gol de la victoria. Sabas se escapa de su defensor dispara a puerta y el portero marroquí Ezaki, rechaza sin poder blocar. Alfredo llega con potencia desde atrás y remacha el 1-0 definitivo. Su imagen extasiado por el gol conseguido rememoró la del italiano Tardelli al hacer el 2-0 en la final del Mundial Italia-Alemania en 1982, en el mismo escenario. Gracias a él el Atlético obtiene un título catártico

En el verano de 1993 Alfredo abandonó el Atlético y fichó por el Deportivo de la Coruña. Para acompañar a su pareja de cracs brasileños (Bebeto y Mauro Silva) el presidente Lendoiro había adoptado la política de pescar en los equipos punteros y fichar de ellos aquellos jugadores que no conseguían asentarse como titulares (Aldana en el Real Madrid, Nando en el Valencia, López Rekarte en el Barça….). Alfredo llegó con el hispano-brasileño Donato y fue una pieza importante, alternando titularidad con banquillo, en el aquel Deportivo que rozó el milagro de la Liga de 1994, y al que se le escapó de forma cruel en el último partido. La temporada siguiente, la última de Arsenio, los coruñeses llegaron a la final de Copa del Rey y allí les esperaba el rival al que más ganan podían tenerle. el Valencia, el equipo que primado por el Barça les había impedido ganar el campeonato en la dramática última jornada del año anterior. Alfredo, una vez más partió en el banquillo, pero salió sustituyendo a Aldana en el minuto 50. Antes en el 35, Manjarin había adelantado a los gallegos. El cielo había empezado a encapotarse y bien adentrada la segunda parte empezó a llover con insistencia. En el 70 Mijatovic empata de un preciso golpe franco. La lluvia no cesa y termina derivando en la mayor tromba de agua que conoció la capital en todo el siglo XX. El campo se torna en impracticable y hasta los vestuarios se inundan. El árbitro García Aranda decreta la suspensión del partido con empate y todo por decidir.
Tres días después se reanuda el partido. A nueve minutos de la conclusión, Manjarín centra al área ocupada por Zubizarreta, el mítico portero de Athletic y Barça que concluyó su carrera en el Valencia, el defensa Juan Carlos reacciona tarde y el propio portero duda más de la cuenta en salir. Alfredo mete la cabeza antes que llegue el puño de Zubizarreta y la pelota entra en la portería. Otro gol decisivo en otra final de Copa en el Bernabéu. Éxtasis coruñés ante el primer título de su historia y el madrileño de nuevo convertido en héroe.
Alfredo siguió en Coruña hasta 1997, año en el que recalaría en el Sevilla, en el que jugó hasta 2001. Terminaría sus días de nuevo en el Getafe para hacerse entrenador con posterioridad. Las hemerotecas quizá no le recuerden como una estrella, pero en su trayectoria consta un hito al alcance de pocos.