martes, 27 de diciembre de 2011

CESAR LUIS MENOTTI: LA PALABRA DEL FÚTBOL


La presencia de Menotti en el inconsciente colectivo futbolístico responde principalmente a su imagen peculiar cimentada en ser uno de los escasos “intelectuales” que el deporte rey ha producido, al menos el mas conocido.
No es del deporte profesional un campo muy propicio para el uso del verbo. Pero en el futbol no han sido pocos los entrenadores y dirigentes que se han caracterizado por una incontinencia verbal de un sentido u otro. Menotti fue un pionero en la inclusión del elemento cultural en el mismo y por representar una defensa a ultranza de un ideario futbolístico llevado al extremo en cualquier equipo al que entrenase.
No faltan enemigos a su figura. Aquellos que proclaman que se trata de un vendedor de humo sin auténtica sustancia, que tras su lenguaje florido no esconde sino una ganas de notoriedad alejadas de la realidad profesional del entrenamiento de un equipo de fútbol. Es más, proclaman a los cuatro vientos su escaso palmarés y el hecho que su gran éxito, el Mundial de Argentina 78, se consiguió bajo sospecha de tongo.
Sus seguidores le sitúan, al contrario, como un referente esencial del futbol moderno, un defensor a ultranza del espectáculo futbolístico y del talento individual. Al mismo tiempo sostienen que ha dignificado la figura del hombre de fútbol, alejándose del perfil clásico de entrenador y introduciendo la cultura, el uso de metáforas referentes del juego que ha permitido una evolución del lenguaje futbolístico siempre lastrada por tópicos y lugares comunes.
En cualquier caso la irrupción de "El Flaco" renovó el alicaído balompié argentino. En su primera experiencia profesional consiguió hacer campeón del torneo Metropolitano al Huracán, un modesto equipo de barrio que desbancó a los tradicionales iconos del futbol de su país. En el 74 recibió el encargo de entrenar a Argentina que preparaba su Mundial. No era un desafío fácil y más teniendo en cuenta que una etapa de oscuridad se tornaba sobre una nación que viviría los años de infamia más terribles de su historia: el régimen del militar Videla importaba a América del Sur los peores métodos del totalitarismo europeo. Como cortina de humo para la opinión internacional se necesitaba un triunfo en el campeonato del mundo de cara a la publicidad del régimen sátrapa.



Ajeno a lo acontecía en la calle, Menotti se embarcó en su mayor desafío profesional con una fe ilimitada en sus principios: apostaría por un fútbol de toque en el que primara la calidad técnica y la improvisación de sus jugadores, aunque superando la tradicional anarquía que siempre caracterizaba a los argentinos a los que consiguió dotar de un sentido de juego colectivo. En realidad el entrenador albiceleste proclamó este concepto (no muy alejado de muchos de sus colegas) como una filosofía existencial más que como una táctica. No fue un innovador ni un revolucionario ya que, a fin de cuentas, sólo trataba de sacar rendimiento a unos mimbres y Argentina los tenía sobrados. Pero supo vender sus ideas de una forma tan sugerente que su éxito le convirtió en un icono del fútbol mundial. Argentina ganó su copa del mundo tras vencer a Holanda en la final en la prórroga y dejando tras de sí una sospecha de un posible amaño en el partido decisivo ante Perú, al que endosó un 6-0 para pasar a la final. Nunca se demostró nada por muchos intentos que hubo de soterrar el éxito de Kempes, Fillol, Pasarela o Bertoni.
Tras la reválida mundialista Menotti se convirtió en un asiduo de la prensa, más por su insistente proclamación de su ideario que por su trabajo al frente de los diversos equipos a los que entrenó. Tras dejar la selección sólo un grande llamó a su puerta y fue el Barcelona , por darle satisfacción a su nueva y consentida estrella Diego Armando Maradona. En el Camp Nou apenas dejó momentos esporádicos de triunfo (dos finales ganadas al Real Madrid) aunque sí un buen puñado de anécdotas memorables como su ingeniosa frase de que al Barcelona le apremiaban las “urgencias históricas” en los tiempos en los que los grandes títulos no llegaban nunca, y su empeño en entrenar por las tardes a las cinco. La explicación oficial determinaba que los biorritmos de los jugadores se acoplaban mejor a esa hora porque era a la que se jugaba. Extraoficialmente se comentaba que ese horario permitía al argentino disfrutar de la noche barcelonesa. Años mas tarde se convirtió en el primer entrenador de la era Jesús Gil en el Atlético de Madrid, donde pasó del amor al odio en unos meses. Los que fueron de ganar 0-4 en el Bernabeú a la derrota por 1-3 en ele partido de vuelta con su consiguiente cese. En Madrid acuñó otra frase memorable, con su famoso “achique de espacios” táctica que en definitiva no era sino la trampa del fuera de juego de toda la vida y que el referido partido en el feudo blanco alcanzó su grado de esplendor: hasta en veinte ocasiones el Madrid de la Quinta cayó en off-side sentando un precedente de lo que ocurriría un par de años después con el Milán de Shachii.
A partir de ahí se convirtió en un trotamundos del futbol con todo un rosario de combinados a ls que entrenó sin título alguno: River Plate, Independiente, Sampdoria, Selección de México, Rosario Central…..En realidad su aportación más importante fue su querella constante contra su sucesor en el cargo: Carlos Salvador Bilardo. La lucha entre Menottistas y Bilardistas se convirtió en un debate nacional de primer nivel y ayudó a dar al juego una dimensión casi política, algo muy conveniente para atraer la atención de espectadores y público: el jugo bonito frente a la practicidad, el talento frente a la rigurosidad táctica, el ataque contra la especulación…La querella se había originado en el traspaso de poderes en la selección; ahí surgieron dos posiciones antagónicas e irreconciliables. Los últimos años ratificaron su posición de icono mediático; cada aparición suya en los medios se convertía en una proclama de su filosofía deportiva como en un intento de mantener su imagen al cabo de los años.Cada frase suya adquiría aire de doctrina, si se quiere algo empalagosa, lo cual le siguió granjeando incondicionales adhesiones y críticas feroces; pero él parecía muy satisfecho. Como dijo Oscar Wilde, hay algo peor que estar en boca de todos y es no estar en boca de nadie