sábado, 20 de septiembre de 2014

CUANDO EL ESPAÑOL CASI TOCA EL CIELO


La existencia del Español (ahora Espanyol) de Barcelona nunca ha sido fácil. Su convivencia con el Barça le ha relegado a un papel muy secundario en el panorama deportivo de su ciudad. Como pariente pobre de un poderoso vecino, quizá le haya faltado siempre el desarrollo de una consistente masa social que le hubiese aupado a ciertos periodos de esplendor deportivo.
Pero no hay que negarle una trayectoria de más de un siglo, cuatro Copas del Rey, y una consolidación muy asentada en la Primera División. De hecho en alguna ocasión esporádica ha podido desprenderse de la sombra de su ricachón vecino y ser protagonista por méritos propios de hazañas a tener en cuenta. Tal vez en ninguna ocasión a lo largo de su historia haya vivido tan de cerca la gloria como en la Copa de la U.E.F.A 1987-88, para luego sufrir una caída estruendosa.
Un año antes el equipo entonces presidido por Antonio Baró, se había hecho con los servicios de Javier Clemente, tras su tumultuosa salida de Bilbao y su conflicto con Manolo Sarabia. El de Baracaldo era el entrenador más cotizado de España, pero las puerta de los grandes (Madrid y Barça) le estaban cerradas por su carácter algo más que conflictivo. Con un equipo de retales, sin figuras de postín, pero al que transmitió su ideario futbolístico de lucha, seguridad defensiva y contragolpe obtuvo un meritorio tercer puesto en la Liga 86-87 que le daba acceso a la entonces Copa de la UEFA. En aquel combinado españolista destacaba el portero camerunés Tommy N`Kono, que había causado sensación en el Mundial de España para luego convertirse en un símbolo en Barcelona, los jóvenes valores Soler y Valverde, así como trabajadores solventes como Job o Pichi Alonso.

Con la incorporación del canterano madridista Sebastián Losada en calidad de cedido, se afrontó la competición europea con ganas de hacer algo grande. En primera ronda se eliminó a un clásico equipo alemán, el Borussia de Monchengladbach, pero todo se complicó en la segunda eliminatoria: el sorteo emparejó a los periquitos con el Milán. El equipo rossonero había sido adquirido un año antes por el magnate de la televisión Silvio Berlusconi y ese verano había realizado un fuerte desembolso en fichajes dejando la dirección en manos de un desconocido técnico llamado Arrigo Sacchi. En la ida en el mítico San Siro Clemente ordenó al defensa españolista Gallart, que se pegara como una lapa a la estrella holandesa Ruud Gullitt, cosa que realizó a la perfección. Dos zarpazos dieron el sorprendente triunfo a los barceloneses por 0-2 y un empate sin goles confirmó la sorpresa. El siguiente en caer fue el otro gran equipo de Milán, el Inter, que no pasó del empate en Milán y fue derrotado en Barcelona por1-0, en un partido de vuelta en el que Clemente ordenó reducir las líneas de los laterales para evitar que los interistas penetraran por banda.
Al mismo tiempo que se conseguían estas gestas europeas, el papel de los de Clemente en la Liga no pasaba de discreto e incluso se coqueteaba con los puestos de descenso. Además el vasco relegó a la suplencia a uno de los jugadores españolistas de más técnica, el danés Lauridsen, con la consiguiente protesta de la grada que cada vez veía peor juego aunque los resultados europeos amortiguaban la situación. En semifinales el Brujas belga lo puso difícil; el 2-0 en contra de la ida obligaba a una machada en el viejo campo de la carretera de Sarriá, que se consiguió con un gol de Pichi Alonso en el último minuto de la prórroga sellando un 3-0 que cancelaba una noche mágica.

Por primera vez en muchos años el Español mandaba en la Ciudad Condal. Aquel ejercicio 87-88, fue además tortuoso para el Barça, relegado al sexto puesto en la Liga y salvado por la conquista de la Copa del Rey ante la Real Sociedad. Un triunfo en Europa daría un protagonismo inusitado a los blanquiazules que además jugarían la final contra el verdugo de los culés, el Bayer Leverkusen, como la mayor parte de los conjuntos germanos de la época tan poco brillante como peleón y competitivo. El 3 de mayo de 1988 se jugó la ida (entonces la final de la UEFA era a doble partido) y los goles de Losada (2) y Soler allanaban el camino para la gloria, Quedaba aguantar la vuelta, parapetarse bien atrás y incluso matar la final con una contra. Clemente planteó un partido ultra-defensivo que daba sus frutos al descanso: 0-0 y el jugoso botín de la ida ano parecía correr peligro.
Pero todo se derrumbó a los 12 minutos del segundo tiempo. Un mal entendimiento entre el defensa Miguel Angel y N`Kono, dio lugar a un gol absurdo que abrió la lata de la remontada alemana. Aupado por su público el Leverkusen empezó a cercar la portería blanquiazul y el Español sin ninguna respuesta ofensiva y atemorizada por las embestidas locales acabó encerrado sin remisión en su campo. El segundo gol local cayó como una losa en los ánimos españolistas y encima su jugador más técnico, aquel que podía haber dado lugar a un mayor sosiego en el control de la pelota, Lauridsen, no estaba ni convocado. El 3-0 final obligaba a la prórroga en la que el marcador no se movió pese a la insistencia del Bayer. Los penaltis estaban ahí y, como le pasara al Barça en Sevilla unos años antes en la final de la Copa de Europa, la suerte les fue esquiva y la copa se quedó en Alemania. La imagen de los jugadores españolistas llorando desconsoladamente caló hondo en toda España; había sido la oportunidad única de un modesto para hacer historia y se había escapado de forma algo incomprensible.
Clemente no sobrevivió a la derrota. Acusado por no pocos de ser el responsable de la misma con su renuncia a jugar en la vuelta, enfrentado con el medio deportivo más influyente en la masa españolista “El Mundo Deportivo” y con la decepción aún latente por no haber culminado su hazaña sería cesado a mediados de la temporada siguiente. El tiempo daría al español dos Copas del Rey y una nueva final europea en la misma competición……que se volvió a perder en las penas máximas ante el Sevilla