domingo, 30 de marzo de 2014

BARCA-MADRID: ALTERNATIVAS SIN FRENO (II)

Tras el accidentado final de la Liga pasada y el éxito de la selección en Los Ángeles, medalla de plata incluida, el baloncesto se consolidó como el deporte de moda en la España de mediados de los 80. En la temporada 84-85 el Real Madrid configuró uno de los equipos más potentes de su historia, ya que a la sólida base de la temporada anterior le unió un prometedor escolta de ascendencia rusa, José Biriukov, así como el alero Alfonso del Corral, un jugador de equipo, gran defensor, e idóneo para dar minutos de descanso a los primeros espadas madridistas. Los de Lolo Sáinz apenas conocerían la derrota en ese ejercicio en el que se alzaron con los títulos de Liga y Copa, derrotando en la final en ambas ocasiones al joven y vistoso Juventud de Badalona que entrenaba un técnico  madrileño pero que había desarrollado su carrera de jugador y entrenador en Cataluña, su nombre era Aíto Garcia Reneses.
En Barcelona las cosas no iban tan bien. La temporada anterior el equipo había sufrido un duro golpe al perder la final de la Copa de Europa ante el Banco de Roma, tras dominar buena parte del encuentro y pese a los 30 puntos de Epi. Fue una derrota que dejó huella y la situación de Antonio Serra se complicó; las relaciones con algunos jugadores no pasaban por buen momento y sus exitosos planteamientos de antaño empezaban a no ser tan efectivos ante rivales reforzados con americanos de calidad que empezaban a poblar las canchas españolas. El Juventud le dejó fuera de la final de Copa, por primera vez en ocho años, y semanas más tarde el Barça vivió una humillación sin precedentes al perder de 36 puntos ante el Licor 43 de Manel Comas. Serra dimitió tras esa hecatombe y el club acudió al ex jugador Manolo Flores, para asumir interinamente el banquillo hasta final de temporada. No alcanzó la final de la Liga, pero al menos dio al club su primer título europeo: la Recopa de Europa, derrotando en la final al potente Zalguiris de Kaunas de un joven Sabonis. A finales de la temporada, el Barça hizo público el nombre de su nuevo entrenador y no era otro que Aíto, ex jugador de la entidad y verdugo de los culés esa temporada.
Aito llegó con métodos innovadores que sufrieron un duro periodo de adaptación. Quiso dejar atrás los planteamientos basados en el aprovechamiento de la fuerza exterior del juego de ataque de Epi y Sibilio y tuvo como vértice de actuación dos ideas claras: un alto bagaje defensivo y dotar al juego interior de más fortaleza. Para ello era necesario apostar por una política de rotaciones constantes, que dosificara esfuerzos, y sacrificar a un alero tirador por un tercer hombre alto.  Sin embargo, en su primer año el Real Madrid siguió siendo superior. Sainz no era amigo de mover el banquillo, pero aportó una variante táctica interesante al jugar en ocasiones con dos escoltas (Iturriaga y Biriukov) con la que compensaba el paso de los años de su director de orquesta, Juan Corbalán.  En el juego interior el Real Madrid contaba con la calidad y compenetración que Wayne Robinson y Fernando Martín tenían, y el dominio madridista dentro de la botella decidió el nuevo duelo por el título que ambos equipos disputaron en 1986. Dos apuradas victorias  (83-80 y 86-88) con grandes actuaciones de un Fernando Martín en el mejor momento de su carrera dieron la tercera Liga ACB seguida al equipo de Concha Espina. Aíto salvó el año con una nueva Recopa de Europa, esta vez ante el Pesaro italiano pero no pocos ponían en duda la adecuación de sus ideas a la filosofía del Barça, el propio entrenador tras perder la final de Liga reconocía “somos los segundos de España y hay que asumirlo”.
Para llevar a cabo sus planteamientos, el técnico Barcelonista obtuvo en el verano de 1986 dos fichajes claves: el pívot Andrés Jiménez, del que había sido descubridor, y el base Joaquín Costa. Aíto situó a Jiménez como tercer hombre alto aprovechando su versatilidad y el llamado “triple poste” se instauró definitivamente. Costa era un gran defensor y el recambio idóneo para Nacho Solozábal y con ellos dos amén del americano nacionalizado Steve Trumbo, el Barça podía rotar al equipo con garantías. Por su parte, el Real Madrid sufrió una desbandada generalizada ese verano: Martín se marchó a la N.B.A, su hermano Antonio a una Universidad americana y Robinson fichó por el Cacaolat Granollers. El Real perdió por lo tanto su poderío bajo los aros, y más cuando el fichaje estrella de aquel año, el americano Larry Sprigs, dio un rendimiento bastante irregular. Corbalán acusaba el paso de los años y las lesiones e Iturriaga no mostraba la regularidad de antaño. La conclusión es que lo de Sainz quedaron por primera vez fuera de la final de la Liga, que ganaría el Barcelona al Juventud (3-1 en el playoff final). A ese triunfo se le unieron la Copa del Rey y la Copa Korak.


Ramón Mendoza, presidente blanco de aquellos años reaccionó y consiguió la vuelta de Fernando Martín el año siguiente, así como la del base internacional José Luis Llorente. El Madrid fichó además al ala-pívot americano Wendell Alexis, que había triunfado en el Forum de Valladolid lo que unido a también regreso del menor de los Martín, Antonio, más cuajado de su experiencia americana equilibró las fuerzas de ambos contendientes. Pero el Barça no anduvo parco en fichajes tampoco. Adquirió al americano Audie Norris, procedente de Italia y que un par de años antes había estado a punto de fichar por el Real. Con 2,06 de altura, gran salto y una fiereza descomunal bajo los tableros fue quizá el foráneo más importante de la historia azulgrana, superando los dolores de sus maltrechas rodillas y dado un poderío tremendo a los de Aito bajo tablero.
 Un partido resultó clave en el devenir de la temporada: la final de la Copa del Rey disputada en Valladolid ese año. Llegaba el Barça en plena crisis por sus malos resultados en la liguilla de campeones de Europa (cuatro derrotas seguidas) y enfrente el Madrid parecía más confiado en sus posibilidades. Tras numerosas alternativas y cuando todo apuntaba a un triunfo blanco, con 83-81 a favor del Madrid, Romay cometió falta en ataque. El Barça dispuso de la última posesión, y el Madrid centró la atención de la jugada decisiva en la defensa de Sibilio y Epi. Ello permitió desmarcarse a Solozábal que en el último suspiro lanzó un misil de tres puntos que daba el triunfo definitivo a los de Aíto 84-83. Esa victoria condicionó el resto de la temporada ya que el Madrid pareció no sobreponerse a la misma en sus enfrentamientos con los azulgranas; una nueva victoria barcelonista en el Palacio de los Deportes de Madrid le otorgaba el primer puesto de la fase regular y el factor cancha a favor en los playoffs por el título.
Los dos equipos se volvieron a ver en la final de la Liga y en esos partidos el Barça fue superior. Además, las lesiones condicionaron las posibilidades blancas ya que Romay se había roto en las semifinales ante el Cai Zaragoza y Martín arrastró problemas físicos durante toda la final. Con todo, los madridistas consiguieron forzar cinco encuentros, tras dos meritorias victorias en Madrid, en los que empezaron a adquirir carácter mítico los duelos a cara de perro entre Norris y Martín. El pívot madrileño era el único jugador español capaz de hacer frente a la “bestia” azulgrana y la lesión de Martín en el quinto partido selló el destino definitivo de la serie en el Palau. Con gran actuación de Epi, los locales ganaron 93-79 y al Real Madrid eso sí, le quedó el consuelo de derrotar a su vieja bestia negra europea, la Ciboza de Zagrebz, en la final de la Copa Korac, en la que todavía jugaba la eterna pesadilla blanca en Europa, ya fichado por los blancos para el año que viene: el descomunal escolta croata Drazen Petrovic. Al final de esa temporada Juan Corbalán y Juanma Iturriaga dejaban la casa blanca. Una era había terminado.