El recientemente fallecido “Sabio de
Hortaleza” es un mito del fútbol español en general y del Atlético de Madrid en
particular. El hombre que cambió el destino de la selección española rotó por
los banquillos de numeroso equipos: Sevilla, Español, Betis, Mallorca,
Valencia, Barcelona, Oviedo…..y por supuesto Atlético de Madrid, entidad en la
que ya lo había sido todo como jugador y de la que se hizo cargo en varias
etapas distintas (1974-1980; 1982-1987, 1991-1993 y 2001-2003). En ese impresionante
currículo sólo falta una cosa: haber dirigido al Real Madrid algo que parece
altamente improbable para un hombre que fue santo y seña del rival capitalino y
pasó a la historia por apartar de la selección al mito madridista contemporáneo
por excelencia: Raúl González. Al mismo que en vísperas del derby de la final
de Copa de 1992 dijo a los jugadores del Atlético “estoy hasta los huevos de perder contra estos en este campo” y que arengó a Futre a hacer el partido
de su vida como venganza a los ninguneos que su compañero de equipo Pizo Gómez
había sufrido ante rivales como Míchel o Gordillo.
Pero lo cierto es que hasta en tres
ocasiones el banquillo del Bernabéu estuvo cerca de Aragonés. Ramón Mendoza,
presidente blanco de 1985 a 1995 tuvo al de Hortaleza como uno de sus
entrenadores más deseados, aunque nunca pudo hacerse con sus servicios. El mítico entrenador había empezado de juvenil en el
Madrid para, con el tiempo, ser una leyenda del Atlético.
La primera vez que Luis estuvo en la
terna para entrenar al Madrid fue en 1985. Mendoza acababa de llegar a la
presidencia y mantenía al legendario Luis Molowny en el banquillo, pero el
canario ya le había advertido que no deseaba continuar bajo ninguna
circunstancia. Mendoza tentó a Luis con un suculento contrato y unas
perspectivas deportivas más que interesantes; la Quinta del Buitre empezaba su
explosión que le llevaría a ganar cinco Ligas. El madrileño lo pensó seriamente
pero un factor clave determinó que no se decidiera a dar el paso: entonces el
presidente del Atlético era Vicente Calderón, el hombre que siempre había
apostado por él, que lo había nombrado entrenador en los 70 y lo repescó cuando
volvió a la presidencia en 1982. Calderón apeló a la fibra sensible de la
lealtad de muchos años y consiguió evitar su pase al Madrid, cosa que no pudo
hacer con Hugo Sánchez. Lo curioso del caso es que durante la pretemporada
siguiente, Luis sufrió un episodio depresivo que le hizo abandonar el banquillo
rojiblanco en plena preparación. Volvería unos meses después y al poco de
volver a dirigir a los Arteche, Setién o
Landáburu el que se iba, pero para siempre, era Vicente Calderón a los 73 años
por una hemorragia cerebral. Poco tiempo después Jesús Gil irrumpía como
elefante en el Atlético y a poco de tomar posesión casi llega a las manos con Luis.
El entrenador le reclamaba el cumplimiento de un contrato previo firmado con
Calderón que le nombraba director deportivo, y el nuevo mandatario le dijo que
no con su sutileza habitual. El tema terminó con cruce de descalificaciones y
con la promesa de Gil que Luis no volvería nunca al Atlético con él de
presidente, aunque fuese el último entrenador sobre la faz de la tierra.
Después de un accidentado paso por el
Barça como puente hasta Cruyff, el preparador pensó dejar los banquillos y de
hecho pasó dos años sin entrenar. Pero en 1990, Gil llamó a su puerta. Sus
fracasos en los tres primeros “proyectos” le obligaban a tragarse sus palabras
y quiso contar con Luis de entrenador. Pero el tema no llegó a concretarse y el
que sí se hizo con los servicios del mismo fue el Español, con lo que volvía a
la Ciudad Condal. A mediados de temporada John Toshack fue cesado en el Madrid
y Mendoza quiso fichar de nuevo a Aragonés: ofreció pagar un traspaso al
Español, y el propio entrenador pidió ser trasferido; quizá pensaba que se
había equivocado años atrás y más teniendo en cuenta cómo fueron los
acontecimientos posteriores. Pero en esta ocasión, el club blanquiazul se negó
en redondo a dar el visto bueno a la operación y hasta consideró al maniobra
del Madrid como desestabilizadora. El técnico acabó su contrato y el año siguiente
dirigiría a un equipo de la capital, pero éste era de nuevo el Atlético que
contaba con Futre y Schuster y con el que ganaría la famosa final de Copa ante
el Madrid con el motivador discurso antes señalado.
Como los caracteres de Gil y Luis
estaban condenados a enfrentarse otra vez, la siguiente temporada el entrenador fue
destituido tras una humillante derrota por 0-5 ante el Barça en la Copa. Luis
pasaría a entrenar al Sevilla al que clasificaría para la U.E.FA y luego
firmaría por el Valencia, con el que cuajaría una gran campaña llevándolo a un
muy meritorio segundo puesto, sólo superado por el Atlético de Radomir Antic.
Entre medias en el Real Madrid hubo un motín directivo y el vicepresidente Sanz
sustituyó a un cuestionado Ramón Mendoza. La situación deportiva del Madrid era
más bien mala y Lorenzo Sanz quiso cambiar el rumbo fichando a dos de las
figuras de la Liga española de esos años: el croata Davor Suker y el
montenegrino Pedja Mijatovic. Ambos habían trabajado bajo las órdenes de
Aragonés y le tenían en mucha estima. Lorenzo Sanz quiso pues traérselo para su
ambicioso proyecto del año siguiente pero el destino volvió a negar la
posibilidad de ver a Luis de blanco: ya había comprometido su palabra de
renovar con el Valencia. Como le sucedió en otras ocasiones, la decisión quizá
no dio los frutos apetecidos, en la siguiente temporada los malos resultados
provocaron su cese.
Por lo tanto es evidente que los
astros nunca jugaron en favor de que el mito rojiblanco por excelencia
“traicionara” sus esencias para fichar por el rival. Pero no es menos cierto
que la posibilidad estuvo en ocasiones cerca de consumarse y sólo las
circunstancias lo impidieron. Es algo característico del cambiante e inestable
mundo del balón en el que se apela a la fidelidad a los colores pero se cambia
el discurso con mucha facilidad. No en vano, allá por el verano de 1994 la
secretaría técnica madridista manejaba como futurible fichaje a un
centrocampista argentino de mucha fuerza y garra (el nuevo Stilike decían) y
que fue descartado porque el nuevo entrenador, Valdano, quería a toda costa el
fichaje de Fernando Redondo para esa posición. El nombre de ese centrocampista argentino que
estuvo en la órbita del Madrid era el de un tal Diego Pablo Simeone
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