viernes, 3 de octubre de 2014

HERREROS DÁ EL SALTO CON POLÉMICA


La existencia del Estudiantes ha venido marcada siempre por la fuga de sus mejores activos al Real Madrid de Baloncesto (los hermanos Ramos, Fernando Martín, Antúnez, Felipe y Alfonso Reyes…..), algo que, por otra parte, le ha permitido hacer frente a las dificultades de una economía siempre precaria, aliviada por el dinero de esos traspasos. Pero una de esas fugas a mediados de los 90 generó una gran polémica y no fue otra que la de Alberto Herreros.
Herreros era un alero tirador de grandes registros anotadores desde su debut en la temporada 1988-89, uno de esos productos de la interminable factoría del Ramiro de Maeztu que a comienzos de la nueva década se erigía como el más que probable sucesor del mítico Epi en la selección. En la temporada 1991-92 el Estudiantes, dirigido por Miguel Angel Martín y “Pepu” Hernández y de la mano del propio Herreros, Nacho Azofra, Ricky Wislow y John Pinone entre otros, pasó a formar parte de la élite del basket español conquistando la Copa del Rey (tras ganar a Real Madrid, Juventud y al Cai Zaragoza en la final) y llegando a la “Final Four” de la Copa de Europa en Estambul.
Como consecuencia de esta gran temporada el entrañable club madrileño (símbolo eterno del deporte que no aspira a ganar sobre todas las cosas) llego a plantearse a dar el salto a cotas deportivas más ambiciosas puesto que estaba asentado entre los cuatro primeros equipos de la Liga. Durante esos años, la figura de Herreros no dejaba de crecer y muchos le consideraban como el mejor jugador español, en una época, por otra parte, no muy brillante en cuanto a talentos baloncestísticos nacionales, después de la explosión de los Corbalán, Epi, Solozábal, Jiménez o Martín. “La Demencia” le tenía como ídolo indiscutible ya que se había criado en las entrañas de la institución, manifestaba que no estaba interesado en ofertas procedentes de los grandes de Europa y encima, era reconocido seguidor del Atlético de Madrid; el estudiantil perfecto, sin duda.
Pero el Estudiantes no fue capaz de superar el techo de las semifinales de la Liga ACB (perdió cuatro consecutivas) ya que siempre topaba con Madrid, Barça o Juventud y Herreros empezó a  ver claro que el poderío económico, especialmente de los dos clásicos futboleros, era inabordable para los del Ramiro, de tal forma que si quería ganar títulos no tendría más remedio que cruzar el charco. Además, en privado, acusaba a la directiva de carecer de auténtica visión de futuro y ambición ganadora. Tras renovar al alza en 1995, con sueldo impensable para un jugador de Estudiantes (80 millones anuales) una nueva derrota en semifinales ante el Barça (la quinta perdida en seis años) le hizo llegar a la conclusión que su futuro estaría lejos del equipo que le vio crecer.
Pedro Ferrándiz, el viejo y laureado entrenador blanco ejercía de manager de sección de Baloncesto madridista, y se encargó de convencer al jugador que debía apostar fuerte para salir de Estudiantes y fichar por el Madrid. Para ello, Ferrándiz lanzó un órdago: Herreros se acogería al Real Decreto 1006/85 para rescindir su contrato y firmar por los madridistas. La utilización de esa vía para romper contratos con indemnización al club de origen, era habitual en el fútbol desde hace años (las famosas clausulas), pero en la ACB no se usaba en virtud de un convenio de la misma con el sindicato de jugadores; utilizarla suponía una vulneración del acuerdo que amenazaba la carrera del alero ya que la ACB, en un principio, se negó a tramitarle la ficha en caso de que firmara por el Real. Por otra parte, el uso de esa figura legal enfadó mucho al Estudiantes, harto del secuestro de sus mejores activos por el poderoso club blanco, y los directivos estudiantiles acusaron a Ferrándiz de malas artes y falta de ética.
La situación se atascó y generó una gran polémica. Herreros aseguraba que no volvería a vestir como jugador estudiantil y que bastante había hecho por el club a cambio de casi nada. Estudiantes no daba su brazo a torcer y se negaba a negociar. Lorenzo Sanz acababa de llegar a la presidencia del Real Madrid y también aspiraba a un baloncesto poderoso, pero ese marrón no suponía un plato de buen gusto, ya que enfrentaba al Madrid con la ACB. Sanz tuvo que ofrecer la cabeza de Ferrándiz para poder salir del entuerto que se había creado (además el legendario técnico tenía varios enemigos en su propia casa que le acusaban de haber empeorado todo por insistir en usar el famoso decreto) y una vez destituido, el Estudiantes aceptó negociar: Herreros jugaría en el Real Madrid por un traspaso record de 230 millones de pesetas, una cifra inédita en el mundo del baloncesto. De hecho el asunto fue un buen negocio para Estudiantes y quizá no tanto para el Madrid.
Durante años el resquemor entre Herreros y el club que le formó como jugador y persona fue evidente y poco disimulado; tras un accidentado derby que acabó en tangana el jugador declaró contra su antiguo equipo  es que son muy graciosos y se les consiente todo”. El gran alero, por otra parte, vivió un periodo oscuro en cuanto a triunfos deportivos con el Real Madrid. Los títulos fueron bastante más escasos de los que el mismo supuso que iba a ganar, puesto que la sección de baloncesto blanca no encontró su rumbo durante varias temporadas. Cada vez que visitaba la cancha estudiantil la “Demencia” le cantaba con recochineo “¿Dónde están los trofeos, Alberto?”.En realidad Herreros fue una metáfora de un baloncesto hispano que pasó un largo periodo de oscuridad hasta la llegada de la generación de oro; un excelente jugador que  tuvo la mala suerte de vivir una época poca lustrosa de su club y su selección, pero al que el destino dio una jugosa revancha; en su último partido como profesional un triple suyo daba la Liga al Real Madrid ante el TAU de Vitoria tras un increíble remontada en el último minuto (69-70), el final de carrera soñado por todo jugador que consiguió mitigar, al menos en parte, las frustraciones del pasado.

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