En la década de los años 80 muchas cosas se estaban transformando en
España. El fútbol seguía siendo el rey de los deportes, pero la atención de los
aficionados empezaba a mostrar otros objetivos como el pujante baloncesto. Otra
actividad que logró un periodo de gran
resonancia fue el ciclismo. En buena medida la atención del gran público por
este deporte vino de la mano del auténtico amo de la información deportiva del
país en ese momento: José María García.
García era un locutor incisivo, de una verborrea ciertamente
sorprendente y con una capacidad asombrosa para buscar noticas escabrosas y
despedazar dialécticamente a sus enemigos. Fue un soplo nuevo en el panorama
informativo español del último franquismo; al estar prohibida la critica
política el locutor extendió su estilo ácido e implacable en el mundo del
deporte, en el que los controles eran muchos mas laxos. Ya entrada la
democracia era un figura nacional con un poder e influencia que quizá nunca ha
tenido ningún comunicador en el mundo entero, por más que suene a exageración.
Enfrentase a él era casi una sentencia de muerte, ser su aliado equivalía a
tener las espalmas más que cubiertas.
El periodista era una fanático del ciclismo. Lo consideraba como un
ejemplo asombroso de entrega y superación y defendía con vehemencia que no
había profesionales mas abnegados y admirables que los ciclistas. En función de
esa creencia, promovió en sus emisoras una cobertura completa y exhaustiva del
máximo acontecimiento de la especialidad en toda España: su vuelta ciclista.
Nacida en 1935, había sido siempre el pariente pobre de los tres grandes
acontecimientos del ciclismo por etapas europeo, tras el Giro de Italia y la
gran reina, el Tour de Francia. En gran medida por el impulso que el popular
periodista dio, la ronda española vivió su mejor momento en aquellos años.
García y su equipo de Antena 3 (emisora en la que trabajaba) realizaban el
despliegue exhaustivo que cubría todas las etapas, con novedades tan
significativas como unidades motorizadas que seguían la carrera al completo o la
presencia de locutores de su equipo en los coches con los directores deportivos
para obtener sus impresiones. El éxito de ese seguimiento atrajo a los patrocinadores
al evento. La audiencia y los ingresos subieron como la espuma. En los colegios
de todo el país las carreras de chapas con las fotos de los ciclistas del
momento eran una constante.
Una de las grandes estrellas del periodo era el segoviano Perico
Fernández. Saltó al estrellato al ganar
la ronda española de 1985, y en poco tiempo se convirtió en un ídolo nacional.
Además, al contrario que otros deportistas de élite, mostraba un carácter
desenfadado y alegre que le hizo ganar adeptos de forma masiva. En 1987
confirmó sus condiciones de gran ciclista cuando rozó la victoria en el Tour de
Francia. Se vivió como una causa nacional. A lo largo de la historia sólo dos
españoles habían ganado la ronda gala (Bahamontes en el 59 y Luis Ocaña en el
73), y eran épocas en las que solo Severiano Ballesteros en el golf, mantenía
el pabellón español alto a nivel internacional en materia deportiva; subyacían
entonces numerosos complejos no superados.
Al quedarse a las puertas del triunfo, Delgado y su nuevo equipo, el
Reynolds (patrocinado por una famosa empresa navarra que fabricaba papeles de
aluminio) tomaron una decisión controvertida: no participar en la Vuelta a
España para centrar su esfuerzos en la preparación del Tour. Ello provocó el
enfado de Unipublic, la compañía que organizaba el evento español y sobre todo
de García. El periodista consideró un insulto al aficionado español que Delgado
(la gran estrella nacional) no tomara parte en la carrera del propio país y
empezó a fustigar al ciclista. Algunas voces contrarios al locutor apuntaban
que el trasfondo del asunto era los propios intereses económicos de García en
la compañía, algo que no pudo probarse nunca. Pero la puntilla definitiva vino
cuando Delgado firmó un contrato con la cadena SER como comentarista de la
vuelta. García le llamó para realizarle una contraoferta con más sueldo y quiso
hacer valer su posición de gran pope de las ondas para convencerle. Delgado se
negó tajantemente, había dado su palabra a la cadena rival y no olvidaba las pullas
del locutor nocturno. Fue la guerra definitiva. En la ronda de 1988 García se
negó a hacer publicidad de Reynolds y le llamaba “el equipo navarro” y los
ataques a Delgado se hicieron más intensos.
Llegó el Tour de 1988 y el segoviano se erigió pronto como el gran
dominador de la carrera. Pero en medio de la euforia llegó un palo de
dimensiones cósmicas: la cadena televisiva Antenne 2 anunciaba un posible
positivo del ciclista español por haber tomado Probenecid, un diurético que
enmascaraba anabolizantes. Un segundo test lo confirmó y parecía que el fin
llegaba para el corredor hispano. Pero una clausula legal salvó su triunfo:
aunque el Comité Olímpico lo había incluido como sustancia prohibida, la Unión
Ciclista Internacional no lo había hecho todavía. Años mas tarde en la
biografía del periodista escrita por Vicente Ferrer Molina, algunos
colaboradores de García aseguraron que García presionó al Presidente de la
Unión Ciclista, el valenciano Luis Puig, para movilizar a la misma y persuadir
a los jueces de la carrera de exculpar al español. Delgado pudo al fin
coronarse en los Campos Elíseos.
Pero lo cierto es que los ataques al corredor no cejaron. El locutor
proclamaba que Delgado tenía la “razón jurídica, pero no moral”, comparaba su
caso con el del canadiense Ben Johnson (privado de la medalla de oro de 100
metros en la Olimpiadas de Seúl por dar positivo) y llego a denominarle “Pedro
Dopado”. Llegó la vuelta a España de 1989 y en ella Reynolds sí decidió llevar
a su gran estrella. Fue la ronda más dura que jamás vivió García. La
popularidad de Delgado era máxima tras su triunfo en Francia, y en no pocas
poblaciones el otrora rey oficioso de la ronda hispana, la persona que más
había hecho para rehabilitarla, era increpado por el público. La cosa se puso
más fea al llegar la ronda a Segovia en donde le tenían muchas ganas por ser
tan crítico con su ciudadano mas famoso casi de la historia. Necesito
protección policial para evitar la agresión. De remate Delgado ganaría su
segunda vuelta española ante la euforia generalizada. Fue el primer revés
importante de García en mucho tiempo: su campaña contra el que era seguramente
el deportista español del momento se había vuelto en su contra, buena parte de
la audiencia empezó a recelar de su cierto despotismo a la hora de atribuir
méritos o defectos. Algunos compañeros de profesión se atrevieron a levantar
criticas contra él por su actitud. En realidad quizá fue el primer avance de la
guerra de las radio que años mas tarde estallaría entre García y la Cadena SER
con su buque insignia de “El larguero” y que concluyó con su perdida de poder
absoluto a finales de los 90.
Delgado no volvió a tener un gran éxito. De forma incomprensible se
retraso casi tres minutos en la salida del Tour del 89 y eso le costó posiblemente
el triunfo. Ya asomaba un compañero de equipo destinado a superar ampliamente
su gran legado: Miguel Indurain. En realidad quedo demostrado que correr la
Vuelta a España perjudicaba la preparación de la carrera francesa que seguía
siendo la cumbre indiscutible de las competiciones por etapas. Tanto el Giro
como la Vuelta quedaron relegados por las grandes figuras. El dopaje siguió
presente y llegaría su oscuro esplendor en la etapa de Lance
Amstrong. García siguió volcándose en la Vuelta a España, pero la misma no
volvería a alcanzar la dimensión de los años 80. Con el tiempo ambos limaron
ciertas asperezas, aunque no de forma definitiva. El propio ciclista reconocería que nadie hizo tanto por la ronda española como el que fuera su enemigo.
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