En los altares del madridismo se sitúan un buen puñado de los mejores jugadores de la historia del fútbol. Hay pocos que superen a Santillana en méritos. Eso deja a las claras la importancia de este cántabro en el devenir de los blancos en sus casi diecisiete años en el primer equipo. Casi un record apenas superado por Gento o Sanchís.
Fue el máximo estandarte de dos décadas del Real Madrid. Y no es fácil situarse en la élite durante periodo de tiempo tan prolongado. Conoció de tres generaciones de equipos: llegó con los Grosso, Amancio o Zoco, se consolidó con los Stilike, Juanito, García Remón o Camacho y se retiró en medio de la explosión de Butragueño, Michel o Sanchis, En todos esos combinados tuvo un papel relevante fue un goleador decisivo y acaso se convirtió en el rematador de cabeza más importante de la historia del fútbol español. No era un dechado de virtudes técnicas pero su fe y entrega así como el olfato de gol inherente a todo delantero que se precie de serlo le granjeó una leyenda que todavía se recuerda.
Sus duelos con centrales aguerridos marcaron no pocos encuentros de máxima rivalidad de aquellos años. Especialmente contra tres de ellos mantuvo épicas batallas saldadas en no pocas ocasiones con victoria del merengue: el barcelonista Migueli, el rojiblanco Arteche y el bilbaíno Goikoechea. Era épocas dadas a los duelos en la alta sierra en el área. El marcaje en zona era poco corriente, los delanteros no sobresalían por su técnica y sí por su potencia y la idea de un defensa poco duro y buen manejador de la pelota no estaba muy extendida. La consecuencia era un fútbol duro y de contacto que dejaba a la capacidad de desmarque y al remate de cabeza muchas de las opciones de gol de aquel entonces.
En la selección española no vivió grandes momentos, más bien fueron casi todos amargos. La maldición que perseguía a la roja le llevó a formar parte de dos desastres sonados de la selección: los Mundiales de Argentina 78 y España 82. No obstante estuvo en el combinado nacional que alcanzó la final de la Eurocopa de 1984, enfrente la Francia de Platini, la gran favorita a la que se plantó cara y sólo se cedió ante una falta inexistente y una cantada del gran Arconada, que pasaría a la historia por esa pifia cuando sus intervenciones previas habían llevado a España a la final. Paradojas del fútbol. Con carácter previo a esa fase final Santillana había sido uno de los grandes protagonistas de una noche histórica del nuestro fútbol. Aquella en la que se le metieron doce goles a Malta, milagro en el que nadie creía y que inició un idilio con la ciudad de Sevilla. El madridista hizo nada menos que cuatro, como también los hizo Rincón que unidos a los dos de Maceda y el decisivo de Señor llevaron a la locura a las gradas y a todo el país.
Pero también destacó en el ámbito internacional y a nivel de clubes. Vivió la frustración de no conquistar la Copa de Europa aunque estuvo muy cerca de hacerlo en 1981 en la final de París ante el grande europeo de aquellos años, el Liverpool de Bob Paisley. No era uno de los grandes equipos del Madrid, sino el denominado “clan de los Garcías” mediante el que se denominaba jocosamente a los jugadores con ese apellido que componían la columna vertebral del equipo: García Remón, García Hernández, García Cortés, Pérez García, García Navajas. Tras un mal encuentro un gol de Alan Kennedy dio el triunfo a los Reds. Fue la gran decepción de su carrera, a la que hubo de unir una nueva derrota ante un conjunto de las islas en la final de la recopa del 83, en esta ocasión ante los escoses del Aberdeen. Por cierto que quien entrenaba a aqué equipo era un tal Alex Ferghuson.
Pero si saboreó la gloria en la Copa de la U.E.F.A y con una participación significativa ya en la recta final de su carrera. Y uno de los grandes de Europa se convirtió en su víctima favorita, el Inter de Milán. Hasta en cuatro ocasiones eliminaron los blancos a los interistas y en todas y cada una de ellas tuvo una participación decisiva el ariete cántabro. No en vano fue justamente catalogado como la “bestia negra” de los trasalpinos que contaban con defensas solventes como el inagotable Bergomi, pero siempre cometían el mismo error ante los blancos: ceñirlo todo a la eficacia de su "catenaccio". Pero si la vuelta era en Chamartín todo el mundo sabía la historia: la eliminatoria se resolvería con goles de Santillana. Así fue en la Copa de Europa del 81, en la Recopa del 83 y en las semifinales de la U.E.F.A del 85 y el 86. En estas dos últimas la historia se repitió de forma milimétrica, victoria italiana por 2-0 y 3-1 en San Siro y remontada blanca 3-0 y 5-1 en el Bernabéu. En ambas ocasiones con dos goles de Santillana. Una imagen resume de forma precisa estos duelos. Prórroga de la eliminatoria del 86, con la eliminatoria igualada, córner a favor del Madrid, el delantero blanco se eleva y empalma un testarazo que se convierte en el el gol decisivo del encuentro. El locutor José Ángel de la Casa lo manifiesta de esta forma “Faltaba el gol de Santillana. Como en todos los Madrid-Inter”. De hecho aún marcaría otro más. Su nombre quedó asociado a grandes remontadas en el coliseo blanco. A las gestas ante el Inter hay que unirle dos mas separadas nada menos que por diez años: ante el derby County en el 75 y el Borussia de Monchengladbad en el 85 y en las dos marcó los goles decisivos.Con él siempre se podía contar.
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