domingo, 21 de septiembre de 2014

CUANDO HIERRO CASI JUEGA EN EL ATLÉTICO Y LA VENGANZA DE GIL


A finales de los 80 destacaba poderosamente en el Valladolid un joven defensa con potencia física y buena salida con la pelota. Su nombre era Fernando Hierro y era hermano de Manolo, otro central que, curiosamente, no había triunfado en el Barcelona que lo fichó para el ejercicio 1988-89, pero no consiguió encajar en los sistemas de Cruyff y terminó siendo cedido. En un partido en el Vicente Calderón de esa misma temporada, Fernando Hierro no podía jugar con el Valladolid al estar lesionado. Cuando visitó el vestuario de su equipo a desear suerte a sus compañeros se encontró con una sorpresa: su presiente Miguel Pérez y el del Atlético, Jesús Gil y Gil habían acordado su traspaso al club rojiblanco, sin contar con él. Hierro jugaría en el Valladolid como cedido un año más y cobraría 25 millones de pesetas por temporada. El “Estudio Estadio” de ese fin de semana guarda una joya de la la hemeroteca con un estupefacto Hierro posando con la camisola del Atlético.

Al jugador no le gustó, sin embargo, que se le tratara como mercancía y a través de su representante, entabló contactos con el Real Madrid, que también había mostrado interés en el mismo. El Presidente del Real Madrid era Ramón Mendoza un gallego de peculiar ironía y que en aquellos años mantenía una divertida guerra con el presidente colchonero en la que los dos se lanzaban dardos envenenados todas las semanas. Mendoza vio la oportunidad de meterle un gol a su rival y llegó a un acuerdo con Hierro que, asimismo, comunicó a su presidente que no estaba dispuesto a fichar por el Atlético. Al mandatario pucelano no le hizo gracia el tema, ya que era muy amigo de Gil pero no le quedó otra que echar abajo su acuerdo con el mismo: Hierro acababa contrato en un año y si no lo traspasaba ahora, el Valladolid no vería ni una peseta por su mejor activo. De tal forma que en la temporada 1989-90 el malagueño iniciaría un periplo exitoso en la entidad blanca.
El lenguaraz e impulsivo Gil no se cortó un pelo, tildó a Mendoza de “filibustero” y dijo que Hierro era un chico joven que se había dejado embaucar por el Madrid. Sin embargo ni perdonaba ni olvidaba (“quien a Hierro mata a Hierro muere”). En el verano siguiente un día las oficinas del Bernabéu tuvieron un sobresalto: Losada y Aldana dos promesas de la cantera banca se presentaron diciendo que tenían una oferta en firme del Atlético para acogerse al Real Decreto 1006/85, (la fórmula legal que introdujo las cláusulas de rescisión por la que los futbolistas podían romper sus contratos), que mejoraba sus emolumentos y que, o se les incrementaba la ficha o se acogían a ella para cruzar el charco y jugar en el rival capitalino. No eran dos titulares, pero el entrenador Toshack, advirtió que perderlos era un contratiempo importante para una temporada larga y llena de partidos y además el club blanco tenía muchas esperanzas en ellos para el futuro. Mendoza se vio obligado a incrementar la ficha de dos jugadores (Losada llegó a cobran 50 millones de pesetas al año y Aldana 40), por cantidades exageradas para unos reservas. Gil no consiguió su objetivo, pero al menos dio un susto a su rival y le obligó a hacer un esfuerzo económico con el que no contaba. La guerra, sin embrago, continuó "No pararé hasta quitarle un jugador al Real Madrid" decía el soriano. El Real Madrid, por su parte, sorprendió a todo el mundo fichando a Joaquín Parra, un rojiblanco que había sido descartado por el entrenador colchonero de ese año, Javier Clemente, lo que sonó a nueva chinita, puesto que el sevillano apenas jugaría. Gil respondió con ironía "También me alegro de que al Madrid le sirva lo que Clemente desprecia, o a lo mejor lo que sucede es que Mendoza piensa que ha fichado a un Maradona".

Un par de años después consiguió su obsesión. Sebastián Losada no acabó de encajar en el Real Madrid y decidió, finalmente, fichar por el Atlético, que contaba con Futre y era dirigido por Luis Aragonés. Pero el sueño de Gil acabó en pesadilla; el delantero cuajó una temporada desastrosa con apenas un gol y fue descartado por el entrenador.El dirigente estalló y despidió a Losada, que entabló un pleito con el Atlético que terminaría costando al club casi 200 millones de pesetas, puesto que la ficha del jugador era muy alta. Un gol muy caro cuyo origen era una peculiar riña de gatos en el fútbol de la capital.

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