Javier Clemente había sido nombrado
entrenador del Athletic de Bilbao en 1981, con apenas 32 años, tras un breve
periodo dirigiendo al filial. Frustrado jugador de depurada técnica, una
entrada del defensa Marañón en Sabadell había roto una prometedora carrera del
futbolista, a la temprana edad de 21 años, hecho que quizá le marcaría de por
vida, y le había obligado a buscar temprana gloria desde los banquillos. Nada más
llegar al primer equipo aseguró que haría campeón al Athletic, algo que sonó a
bravuconada, pero que conectaba con el esplendor del fútbol vasco a comienzos
de los 80, cuando la Real de Alberto Ormaechea ganó dos Ligas seguidas. Después
de unos inicios titubeantes consiguió establecerse como entrenador de un equipo
que mezclaba veteranos en el mejor momento de sus carreras como Dani o
Goikoechea con nuevos valores de Lezama del tipo de Argote, Miguel de Andrés o
Luis de la Fuente así como un jovencísimo Andoni Zubizarrreta.
En aquel combinado destacaba
poderosamente un delantero espigado de depurada técnica llamado Manolo Sarabia,
que había debutado a comienzos de los 80. Con un regate muy elegante y gran
clase que deleitaba a los espectadores con jugadas vistosas, Sarabia se
convirtió muy pronto en el ídolo de San Mamés y con Dani y Argote formó una
delantera de lujo que vivió su gran momento al conquistar la Liga 1982-83. El
entrenador, a raíz de este triunfo, fue considerado como un héroe y adquirió un
gran protagonismo entre la afición, acrecentado por su fuerte personalidad,
tildada por algunos como casi chulesca. La senda de los éxitos continuó en la
temporada siguiente en la que se consiguió un doblete histórico, que han
significado los últimos títulos de la
entidad bilbaína,
En esa segunda temporada Clemente fue
cambiando el perfil de su equipo campeón. En sus primeros tiempos su Athletic
era ambicioso y ofensivo en especial en los partidos como local; pero con el paso
del tiempo su estilo derivó en considerar la seguridad defensiva como un
elemento primordial y fue progresivamente apostando por jugadores que cumplieran
la premisa esencial de luchar los 90 minutos a tope y no descuidasen sus
labores de contención, lo que el llamaba “jugador de ida y vuelta” capaz de
atacar y bajar a defender con la misma intensidad. El juego del equipo así dejó
de ser vistoso para convertirse en práctico. Como casi todos los jugadores de
talento, Sarabia tendía a una cierta anarquía y a salirse de los patrones
tácticos rigurosos. Clemente fue poco a poco sacándole de las alineaciones
titulares en favor de Endika, un delantero peleón, que pasaría a la historia
por decidir la controvertida final de Copa de 1984 ante el Barça de Maradona,
pero que distaba de tener los recursos de Sarabia. El entrenador, por su parte,
justificó su decisión con un argumento táctico: Sarabia era más decisivo en las
rectas finales de los partidos en los que, cuando los defensas rivales estaban
cansados, podía romper el marcador con
su calidad, saliendo fresco desde el banquillo. Los éxitos del equipo en
principio, callaron el conflicto, aunque el jugador no se sentía satisfecho con
esa explicación y cierta parte de la prensa de Bilbao la cuestionó seriamente, por
el mero hecho de que ningún equipo se pude permitir el lujo de dejar sentado a
uno de sus mejores futbolistas.
Cuando los resultados empeoraron
(aunque el Bilbao no perdió la condición de equipo puntero) empezaron a salir más
voces discordantes con el asunto Sarabia. El técnico, enfadado, explicó a toda
la plantilla los motivos por los que el delantero no era titular, en vez de
hacerlo en privado con el mismo. Según Clemente, para él era una regla de oro
que todo el equipo estuviese al tanto que un jugador pidiese la condición de
titular, porque según el mismo, eso nunca había pasado en la historia del club
vizcaíno. Sarabia se sintió menospreciado, sobre todo cuando fue acusado de no
aguantar los 90 minutos al mismo nivel físico, y entró en conflicto directo con
Clemente. Los dos no disimulaban su antipatía mutua y empezaron los rumores que
situaban al delantero fuera de San Mamés. Un sector del público se decantó por
Sarabia, en gran medida porque el juego del Athletic cada día era más aburrido
y la división se instauró en La Catedral como en pocas ocasiones anteriormente.
Tras presuntamente desobedecer
instrucciones del técnico en un partido en Las Palmas de la Liga 85-86, Sarabia
desapareció definitivamente del 11 bilbaíno. Tras tres jornadas seguidas sin
ser convocado, San Mamés estalló definitivamente en un choque ante el Hércules
que se ganó por 1-0 con un juego paupérrimo, y abroncó al entrenador de los
recientes triunfos. En la rueda de prensa un Clemente muy enfadado aseguró que
Sarabia no volvería a jugar en su equipo bajo ninguna circunstancia. La Junta
Directiva presidida por Pedro Aurtenetxe entendió que el entrenador se estaba
extralimitando de sus funciones y le pidió rectificar. Pero Clemente respondió
con un órdago: convocó a toda la plantilla en su casa, menos a Sarabia, a unos
periodistas y hasta un Obispo amigo suyo, para firmar un manifiesto a su favor,
y demostrar que él era la parte fuerte y que su voluntad se impondría sí o sí.
Pero la directiva consideró que eso rebasaba lo aceptable y cesó al entrenador
que había hecho campeón al Bilbao tras casi tres décadas.
A partir de estos hechos el glorioso
Athletic de los 80 se fue desintegrando y a finales de la década ya distaba de
asomar los primeros puestos de la Liga. Clemente terminaría siendo
seleccionador nacional en una carrera marcada por la polémica y Sarabia
abandonó el Athletic en 1988 para fichar por el Logroñés. Durante años el
equipo campeón del periodo 82-84 no pudo reunirse porque entrenador y jugador
se evitaban mutuamente. En realidad nunca volverían a dirigirse la palabra.
Clemente volvería en dos ocasiones más a dirigir al Athletic y a fecha de hoy
es el entrenador que más veces ha dirigido a los leones. Sarabia entrenaría al
Bilbao Athletic y después se convirtió en comentarista de televisión.
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